Es frecuente redactar un artículo sin saber a dónde se quiere ir; es más inusual hacer un texto ignorando el punto de partida. Esta circularidad de las seguridades extraviadas es usual en estos días de asueto, cuando la información abunda en cierto sentido, pero es reiterativa y a momentos digna de la falta de confianza, algo no tan común y porque no es fácil hacerse digno de la falta de confianza, lo que antes era lo más sencillo. Dos imposibilidades a la hora de las estadísticas: inspirar confianza y garantizar la falta de confianza.
Se atraviesa por la fase 5 de una crisis de salud mundial, y por doquier se observan las medidas precautorias, los rostros de aflicción distendida de los altos funcionarios (una tregua de las preocupaciones urgentes), la confusión que desemboca en la pregunta cotidiana: “¿Me podrían decir qué está pasando?”. Todo tiende a la inmovilidad en el vértigo de las alteraciones sicológicas y todo conduce también a la autopsia de las declaraciones oficiales.
“Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes ya desmoronados,/ de la carrera de la edad cansados,/ por quien caduca ya su valentía”. Versos magníficos, ¿pero qué tienen que ver? En rigor, muy poco; en esta temporada lo que tiene que ver con algo es una excentricidad porque, repito lo ya sabido, la amenaza de la pandemia es muy real, las medidas a seguir son prudentes y ni los muros de la patria se han desmoronado por entero ni hay en la experiencia reciente muros fuertes. ¿Qué le vamos a hacer? La población es disciplinada pero el manejo de la información es feudal.
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