La Influenza es una enfermedad provocada por un virus altamente contagioso, aunque controlable y curable. Esto quiere decir que si se le detecta, incluso en sus fases avanzadas, bastaría una inyección para curarla. Esta emergencia sanitaria se da con el objeto de limitar a unos cuantos el contagio, evitar conglomeraciones disminuye las probabilidades de contagio.
No podemos sino decir que el gobierno federal y el del Distrito Federal tomaron decisiones acertadas. Sin embargo, a partir de ello surgen las dudas sobre las razones del calderonismo para que, en una enfermedad en específico, se tomen este tipo de decisiones.
Las cifras van y vienen, hasta los últimos días de abril la cantidad de muertes producto del virus H1N1 (influenza) eran de 159, para los primeros días de mayo la cantidad de defunciones había disminuido a sólo siete. Cualquiera de los dos reportes (altamente contradictorios) resultan vergonzosos pensando que es una enfermedad controlable.
Según cifras del INEGI (instituto nacional de estadística, geografía e informática) en 2005, última cifra disponible, murieron 13 mil mexicanos por influenza y neumonía. Sin embargo, la mutación del virus, nos ha llevado a la inactividad económica, política y social.
El propio INEGI da cuenta de enfermedades o causas de mortandad que deberían llamar la atención de sociedad y gobierno y buscar mecanismos similares de protección a la población. Por poner un ejemplo, la principal causa de muerte en el país son las enfermedades del corazón, seguida de la diabetes y toda clase de tumores malignos. Sobre estas tres es necesario decir que el gobierno federal y local debiera iniciar campañas para inducir a la población a un consumo alimenticio adecuado, evitar los productos nocivos y chatarra como los refrescos, los cigarros, los productos excesivamente azucarados o con grasas cancerígenas.
Más allá de las cuestiones de salud, la quinta y sexta causa de muerte en el país, que en suma alcanzan 65 mil casos anuales, es decir, cinco veces más que los casos de influenza y neumonía, son los accidentes automovilísticos y el alcoholismo, la gran mayoría de los primeros por causa del segundo.
El gobierno federal y los sistemas de salud nacional no reparan en que el consumo del alcohol produce del 10 por ciento de las muertes en México y que podrá no ser notoriamente contagioso, pero sí es socialmente aceptado su consumo, no es regulada su propagación, no se intentan suspender garantías por que las y los jóvenes de México sean los principales afectados de esta enfermedad. No prohíbe que los productos alcoholizantes patrocinen y estén asociados a la diversión y la recreación.
No se trata de prohibir el alcohol, ni siquiera su venta. Es común entender que la responsabilidad del consumo es individual y no social. La pregunta es, por qué la novena causa de mortalidad que provoca siete muertes espontáneas, como es la influenza, detiene la actividad productiva de una nación y no se hace lo mismo con otras causas, que como en el caso del alcoholismo, provoca siete muertes en un solo accidente automovilístico.
Resáltese, que en lo que va de la crisis, y según los datos originales, murieron 159 personas por Influenza o Neumonía atípica, es decir, una décima parte de los que murieron en 2005. O nos están ocultando los datos reales sobre la mortandad o nos están engañando para sustraer nuestras garantías individuales.
No podemos sino decir que el gobierno federal y el del Distrito Federal tomaron decisiones acertadas. Sin embargo, a partir de ello surgen las dudas sobre las razones del calderonismo para que, en una enfermedad en específico, se tomen este tipo de decisiones.
Las cifras van y vienen, hasta los últimos días de abril la cantidad de muertes producto del virus H1N1 (influenza) eran de 159, para los primeros días de mayo la cantidad de defunciones había disminuido a sólo siete. Cualquiera de los dos reportes (altamente contradictorios) resultan vergonzosos pensando que es una enfermedad controlable.
Según cifras del INEGI (instituto nacional de estadística, geografía e informática) en 2005, última cifra disponible, murieron 13 mil mexicanos por influenza y neumonía. Sin embargo, la mutación del virus, nos ha llevado a la inactividad económica, política y social.
El propio INEGI da cuenta de enfermedades o causas de mortandad que deberían llamar la atención de sociedad y gobierno y buscar mecanismos similares de protección a la población. Por poner un ejemplo, la principal causa de muerte en el país son las enfermedades del corazón, seguida de la diabetes y toda clase de tumores malignos. Sobre estas tres es necesario decir que el gobierno federal y local debiera iniciar campañas para inducir a la población a un consumo alimenticio adecuado, evitar los productos nocivos y chatarra como los refrescos, los cigarros, los productos excesivamente azucarados o con grasas cancerígenas.
Más allá de las cuestiones de salud, la quinta y sexta causa de muerte en el país, que en suma alcanzan 65 mil casos anuales, es decir, cinco veces más que los casos de influenza y neumonía, son los accidentes automovilísticos y el alcoholismo, la gran mayoría de los primeros por causa del segundo.
El gobierno federal y los sistemas de salud nacional no reparan en que el consumo del alcohol produce del 10 por ciento de las muertes en México y que podrá no ser notoriamente contagioso, pero sí es socialmente aceptado su consumo, no es regulada su propagación, no se intentan suspender garantías por que las y los jóvenes de México sean los principales afectados de esta enfermedad. No prohíbe que los productos alcoholizantes patrocinen y estén asociados a la diversión y la recreación.
No se trata de prohibir el alcohol, ni siquiera su venta. Es común entender que la responsabilidad del consumo es individual y no social. La pregunta es, por qué la novena causa de mortalidad que provoca siete muertes espontáneas, como es la influenza, detiene la actividad productiva de una nación y no se hace lo mismo con otras causas, que como en el caso del alcoholismo, provoca siete muertes en un solo accidente automovilístico.
Resáltese, que en lo que va de la crisis, y según los datos originales, murieron 159 personas por Influenza o Neumonía atípica, es decir, una décima parte de los que murieron en 2005. O nos están ocultando los datos reales sobre la mortandad o nos están engañando para sustraer nuestras garantías individuales.