miércoles, 8 de julio de 2009

La diferencia entre un militar católico y un gorila que agradece a Dios

María Teresa Jardí

La brutal represión en marcha que a través de TeleSur muchos seguimos a lo largo del domingo. Apretando cada vez más la tenaza, que ahoga porque adelanta otra vez el futuro nada promisorio para un continente, tan agraviado por el imperio gringo, vía la CIA, que merece enterrar para siempre esa larga noche, tinta en sangre, de su historia. Clavados en la silla, frente a la pantalla, por la esperanza de que Zelaya llegaría y bajaría. Presenciando cómo le volaban los milicos la cabeza a un jovencito.
Increíble la estupidez de Zelaya, alertando a los gorilas, primero de su regreso el jueves pasado. Retorno obligado a cancelarse ante las amenazas. Qué esperaba. Y después anunciando su llegada, desde Washington, a las tres de la tarde, por la vía aérea, dando lugar a que los tanques y las metralletas tomaran las pistas de los aeropuertos. Acobardándose, sin bajar, dejando solo al pueblo.
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