Ladillas
Diario del Intestino de Carstens - Impuesto por Cagar
Por el Lic. Mefistofeles Satanas
“Escuchen,” dijo el cerebro, “el gordo tiene junta con el señor etilente.”
De inmediato le eche un ojo al tablero. “Jijos, cerebro, la presión está alta.”
“Yo estoy tranquilo,” dijo el corazón.
“No hablo de la presión arterial, guey, me refiero a la de los gases intestinales.”
“Yo me abro,” amenazó el culo.
“¡No chingues!” protestó el cerebro. “Si te echas un pedo matas al gabinete. Están en junta en el bunker bajo los Pinos.”
“Bueno, ¿y qué onda? Pon el audio, cerebro, no seas ojete. O le digo al culo que se abra para que podamos oír.”
Ansina amenazado el cerebro no tuvo remedio mas que activar el audio.
“Entoncesh, ¡jic!, tenemos que importar fertilizantes.”
Reconocí la voz aguardentosa de Jelipe.
“Pero va a costar una feria, señor etilente. Los vamos a tener que traer de Ucrania. Cerramos las plantas de fertilizantes que tenia PEMEX.”
“Posh que le cobren más impuestos a la gente, ¡jic!, para pagar las importaciones.”
“Andan muy encabronados. En el sendero solo se la están mentando patrón,” dijo Pedro Picapiedra. "Mis perros no los callan."
“Intentare pasar lo del 2% a ver si ansina disfrazamos la cosa,” sugirió el gordo.
Se oyó como Jelipe puso hielos en un vaso y se sirvió un trago. “Nomash porque, ¡jic!, ustedesh eshtan rete, ¡jic!, pendejos es que yo tengo que volver a salvar a, ¡jic!, México y chance, ¡jic!, hasta la humanidad. Escuchen, creo que podemos matar, ¡jic!, dos pedradas con un pájaro.”
“Dirá dos pájaros…” sugirió Picapiedra.
“¡Callenshe, ¡jic!, pendejos! ¡No me dejan pensar! (mas ruidos de tragos y botellas) Escuchen, vamos a anunciar un impueshto, ¡jic!, especial…¡por cagar!”
“¿El gobierno va a cobrarles a los mexicanos por cagar?” preguntó incrédulo el gordo.
“Yo todavía no entiendo lo de los dos pájaros,” dijo Picapiedra.
“¡Callenshe so brutos! La mierda es fertilizante, ¿no?”
“Pos si,” admitió el gordo.
“Y como no hacemos ya, ¡jic!, fertilizantes en México los vamos a tener que importar a precio de oro, ¿verdad?”
“Si,” dijo el gordo, “creo que ya capto…”
“¿Y los dos pájaros?” insistió Pedro Picapiedra. “¿Les va a cobrar por a la gente por sus pajaros?”
“Mi tía tiene gallinas,” añadió el gordo.
“Cobrarías mas si son guajolotes,” dijo Picapiedra.
“¡Cállense so brutos! Quiero que, ¡jic!, anuncies, ¡jic!, gordo que el gobierno federal va a cobrar un impuesto por cada cagada que hagan los mexicanos. Pero si no quieren, ¡jic!, que les cobremos, pueden pagar en especie. Ansina tendremos un, ¡jic!, carajal de fertilizantes y podremos ‘sustituir importaciones’. ¿Entienden ahora lo de los dos pájaros? Algunos no van a querer llevar sus costales de, ¡jic!, mierda a hacienda y el gordo les va a poder cobrar, so pena de ser acusados de evasores fiscales.”
“¡Brillante señor etilente!” dijo Picapiedra que era todo un lambiscón.
“¿Y cómo vamos a fiscalizar que la gente ha cagado?” preguntó el gordo.
“Esho, , ¡jic!, no será problema. Alguna de las 30 familias, ¡jic!, podría importar un caganometro chino que seria obligatorio tener en los excusados, ¡jic!, y en las bacinicas. Les cobras a cincuenta pesos el gramo de mierda.”
“Bueno, los pobres casi no comen, señor etilente. Este impuesto de plano no será regresivo,” explicó el gordo. “Los que más pagarían serian los ricos.”
“¡No la chinguen! ¡Me van a, ¡jic!, acushar de, ¡jic!, obradorista! Asegúrense que el proyecto de ley incluya que los pobres tienen que cagar, ¡jic!, y si no pueden cagar porque no comen entonces tendrán que pagar 100 pesos diarios por lo menos.”
“A ver, hay 80 millones de pobres,” dijo el gordo, “eso saldría como 8000 millones de devaluados diarios. En un par de meses se tapa el hoyo fiscal entonces.”
“¿No les, ¡jic!, digo que soy un genio y además, ¡jic!, salvador de la humanidad?”
“¡Puta madre!” juré. “El gordo tiene el intestino lleno al cien por ciento. Va a cagar un par de troncos de cinco kilos cada uno. ¡Le van a cobrar una feria entonces! A cincuenta pesos por gramo…”
“Serian 250,000 pesos por tronco o medio millón por los dos troncos,” completó el cerebro.
“No se hagan pendejos,” dijo el corazón, “el gordo no se va a andar cobrando a sí mismo.”
“¡Ave María!” exclamé viendo el panel de instrumentos. “La tubería va a reventar.”
“¡Saquen al gordo!” chilló el cerebro. Las patas de pronto empezaron a bombear a todo lo que daban. Oímos la voz de Jelipe protestando porque el gordo había salido huyendo.
“¡No aguanto!” dijo el culo y se abrió. El flamazo fue tal que el gordo se ensucio los chones.
“¿Mató al gabinete?” pregunté.
“No,” explicó el cerebro. “Apenitas logro salir del bunker. ¡Uff! ¡De la que nos salvamos!”
Suspire de alivio. La presión se había normalizado. Tenía todavía un troncote listo para pasárselo al culo. En el audio podíamos oír al gordo mentar madre al descubrir que se había cagado los chones. “Pos nomas que ahora el gordo va a tener que modificar la propuesta económica del gobierno para que incluya el impuesto por cagar.”
“Pos si,” admitió el cerebro, “voy a tener que pasármela en chinga viendo como dorar la píldora. Lo que si es que si citan al gordo a San Lázaro me tendré que asegurar que lleve otra muda de calzones. Noroña y Muñoz Ledo seguro van a hacer que se vuelva a cagar los chones.”