Algo raro hay en la historia del secuestro del avión de Aeroméxico que cubría el vuelo 576 y la historia del pastor que pretendía entregar un mensaje divino; los desaciertos de Felipe Calderón obligan, por lo menos así dicta el sentido común, a descreer la historia oficial.
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Vista en el contexto del presupuesto y, por inverosímil, la historia del secuestro del Boeing 737 con 104 pasajeros abordo, la historia lleva de nueva cuenta al sospechosismo. Por prosaica que parezca, la situación ha llegado a tales extremos.