Manuel Bartlett Díaz
En mi colaboración del 11 de septiembre escribí: “Nos aquejan criterios de Estado fallido. No puede Calderón ignorarlo”. El tema reaparece: alarmantes declaraciones y documentos estadounidenses nos atribuyen el descalificativo; el gobierno responde medroso.
Estado fallido es aquel incapaz de cumplir, en diversos grados, sus responsabilidades esenciales, que comprenden garantizar la seguridad, pero es más que eso: implica numerosas deficiencias graves de gobernabilidad. Para Estados Unidos los estados débiles o fallidos representan peligro para la estabilidad internacional de la que se asume responsable, y algunos, según su soberano criterio, representan riesgos para su propia seguridad interna.
La clasificación por Estados Unidos de un Estado como fallido tiene efectos políticos graves, el concepto prepara intervenciones violentas o suaves, abiertas o disfrazadas. La ubicación de México en esta clasificación es una advertencia amenazante. No podemos ignorar su significado externo ni tampoco los problemas reales internos que urge atender.
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