Adolfo Sánchez Rebolledo
Frente a la fuerza objetiva de la crisis, algunos discursos pierden significado al momento de pronunciarse y las grandes palabras se convierten en eufemismos. Así le ha venido pasando al secretario de Hacienda, el mago capaz de transformar la catástrofe que se nos avecina en mera “incertidumbre”, esa incierta tierra de nadie donde yace la retórica que acompaña las grandes promesas de gobierno. En lugar de ofrecer una visión realista y articulada del presente, útil para deliberar sobre qué hacer para escapar del atolladero, el secretario de Hacienda se esfuerza por hacernos tragar la píldora de nuestras “fortalezas”, el gastado optimismo que sólo se regocija con las cifras contables, pero ignora la realidad a la que se enfrentan los ciudadanos para los que, en teoría, trabaja.
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