Carlos Fernández-Vega, La Jornada
Felipe Calderón es el único mandatario” en el mundo que sabe, cronómetro en mano, cuándo concluirá la crisis e iniciará la temporada de vacas gordas. A detalle lo conoce, por lo menos en lo que a la parte mexicana toca. En todo el planeta, jefes de Estado y de gobierno, líderes políticos y sociales, “optimistas” y “agoreros del desastre”, académicos y sabiondos, se truenan la cabeza para, a lontananza, tratar de registrar la mínima señal luminosa que permita ver dónde está el final del túnel.
Han fracasado rotundamente, pero aquí no, porque los privilegiados mexicanos cuentan con un puntual adivinador que ya les dijo que “hacia finales del verano” (en el mes de la patria) México “habrá ya superado el peor momento del entorno económico mundial y estará trabajando afanosamente por recuperar su crecimiento”.
Qué envidia deben sentir los demás habitantes del planeta, al constatar que sus supuestos dirigentes y demás mentes brillantes de plano no dan una en eso de vislumbrar cómo y cuándo se superará la crisis y se reactivará la economía mundial. Aquí es totalmente distinto: por medio del discurso oficial no sólo se diagnostican “catarritos” y se mueven montañas, sino que en cuestión de minutos se resuelven crisis a domicilio, así sea de mentiritas. El propio Barack Obama debe estar desesperado ante su manifiesta incapacidad de visualizar una vertiginosa salida a la crisis y, por el contrario, asumir que su fin será a mediano plazo, si bien van las cosas.
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