Ante graves amenazas, se pide unidad; pareciera así incorrecto cuestionar. Pero la conmoción que ha significado el descubrimiento de un virus desconocido y la reacción del gobierno evidenciaron dos graves fallas que ponen en riesgo la salud de los mexicanos. La funesta política respecto a servicios públicos vitales y, producto de lo anterior, la falta de preparación del sector salud para enfrentar el evento.
La información de la propia Secretaría de Salud exhibe irresponsabilidad. Se jactan de un Plan Nacional de Respuesta a una Pandemia de Influenza, esperada, que no se cumplió. Algunos datos: se programó contar con 5 millones de dosis de antivirales, en la emergencia sólo tenían uno; se acordó instalar laboratorios indispensables para analizar el virus, detectar los primeros brotes de la eventual pandemia y atacarla de inmediato, no teníamos ninguno, hasta después de la declaratoria de emergencia nos los regalaron; se comprometió lograr la autosuficiencia en el conocimiento y nuevas técnicas de producción de vacuna, pero se limitaron a promover una inversión privada francesa apenas en curso.
Los días clave sufrimos una auténtica desinformación en cuanto al número de muertos y de infectados debido al nuevo virus. Terminamos entendiendo: en realidad no sabían nada. El secretario explicó que ninguna entidad tenía los instrumentos científicos para conocer el virus, por lo que lo declarado en los estados era infundado, tenían que mandar muestras de los enfermos sospechosos a la secretaría, que tampoco podía saber porque a su vez debía mandarlas a Canadá, de donde finalmente nos informaron quiénes portaban el nuevo virus. México disminuido a un nivel intolerable.
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