Detrás de la Noticia
“Fuerte, ecuánime ante la desgracia”: si nos atenemos al diccionario, pocos calificativos le irían tan bien a este país nuestro de cada día. Dos semanas ya en las que el único derroche ha sido precisamente el del estoicismo.
Sólo así han podido soportarse las disposiciones fieras que todo lo cierran, que todo lo limitan. Sin restaurantes para encontrarnos. Sin cines para estimular la imaginación. Sin teatro para recrear la palabra. Sin estadios para soltar las pasiones. Sin lucha libre para mentar madres. Por el contrario, prisioneros del silencio impuesto por el cubrebocas que muchos ya no se quitan ni para dormirse o simplemente acostarse. El amor en los tiempos de la influenza.
Cada hora que pasa estoy más convencido de que en ningún lugar de este mundo —ahora tan global e interconectado— podríamos encontrar otro pueblo como éste: solidario sin condiciones; crédulo de buena fe; disciplinado sin sumisiones; bueno, de la palabra bueno, que diría el gran Machado.
Ninguno de los gobiernos podría quejarse: dijimos que sí a todo, sin cuestionamiento alguno; acatamos sin chistar disposiciones espartanas y, casi sin hacer gestos, algunas francamente arbitrarias. No hubo ni pánico ni explosiones sociales. Por supuesto que tuvimos miedo, pero lo asimilamos y lo vencimos.
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