Este primero de mayo nos quedamos sin desfile obrero. Ni los sindicatos oficialistas ni los independientes. Nada. Qué diferencia con aquellos tiempos cuando las grandes centrales pagaban costosas páginas enteras para felicitar al presidente de turno y abarrotaban los zócalos con las masas proletarias. Ya no.
Perdidas entre la danza de los números de la epidemia, se esconden las declaraciones huidizas de los líderes de Congreso del Trabajo, liberados de la obligación de hablar del empleo, los salarios, las carencias en materia de salud o cualquier otro tema alusivo a la fecha, cuya memoria se va como el agua por la coladera. Sólo unos pocos, esa minoría clasista que en México representa la dignidad obrera, capturan la resonancia simbólica del momento: "Por primera vez desde 1913 en este primero de mayo de 2009 los trabajadores de la ciudad, del campo y los ciudadanos, en solidaridad con la situación de emergencia que padece la sociedad mexicana, no marcharemos", declara en un manifiesto el Movimiento Nacional por la Soberanía Alimentaria y Energética, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas.
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