En este tema de la influenza A/H1N1 hay una paradoja: nunca sabremos si las medidas profilácticas adoptadas por los gobiernos de México, comenzando por el del Distrito Federal, fueron correctas o exageradas.
Decidieron cerrar lugares públicos (escuelas, cines, teatros, restaurantes, puestos callejeros de comida –una barbaridad, pues el virus, según dijeron expertos, no prospera al aire libre–, algunas oficinas y hasta talleres, pero no bancos ni transportes cerrados con o sin aire acondicionado, ni otros lugares, donde, de acuerdo con las justificaciones sanitarias, podía haberse propagado el virus. Se resolvió abrir las escuelas de enseñanza media superior y superior el día 6 y las de primaria y secundaria a partir del 11 de mayo, cuando se había dicho que los más vulnerables eran jóvenes entre 20 y 45 años (rango de edades que luego cambió).
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