Lorenzo Córdova Vianello
La década pasada supuso un gran esfuerzo de construcción de instituciones que tuvieron la finalidad de impulsar, encauzar y consolidar el cambio democrático en el país. Se trató de una operación lenta y gradual que abarcó los más variados ámbitos de la vida pública y que fue transformando la cara del Estado.
En ocasiones se trató de edificar instituciones nuevas, en otras de transformar las ya existentes. Pero en todos los casos el sentido fue esencialmente el mismo: constituir órganos autónomos e independientes del Poder Ejecutivo, o bien fortalecer a otros poderes para propiciar un equilibrio en el ejercicio del poder estatal y para inyectar confianza, credibilidad e imparcialidad en ciertas funciones públicas que resultaban clave para procesar la democratización del país.
La razón de ser de esa decisión consistía en garantizar que ciertas funciones estratégicas no quedaran a merced de ciertos intereses políticos particulares que las utilizaran instrumentalmente para beneficiarse. Se trató, para decirlo de otra manera, de dotar de autonomía a esos órganos para vacunarlos frente a intereses de parte.
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