Luis Linares Zapata
La crisis económica mundial tiene como centro causal una pareja de componentes por demás dañinos: la pauperización de los ingresos (salarios) de los trabajadores (clases medias incluidas) y la especulación depredadora que llevaron a cabo los fondos y bancos de inversión estadunidenses. Como envolvente de esa nefasta combinación de factores para el bienestar de las mayorías, la doctrina de la globalización, en especial sus vertientes financiera (desregulación) e industrial (outsorcing), ha jugado el papel demoledor. Este componente ideológico ha sido fundamental para que los modelos de crecimiento económico y gobierno en boga se hayan esparcido por todos los confines del mundo. Algunos países (los menos) se han resistido a varios de los mecanismos, prácticas y políticas que dichos modelos imponen. Son, a la vez, los que mejor se han defendido (en específico los asiáticos) de la mortandad de las empresas, la caída del consumo y el desempleo. Otros, en cambio, al adoptarlo con fiereza harán que su recambio sea muy doloroso y dilatado (Estados Unidos y Europa).
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