El tema lo puso sobre la mesa el presidente Calderón en la reunión de Davos, Suiza, el pasado enero, cuando en sus discursos frente a los inversionistas pintó un panorama de México que poco tenía que ver con la realidad, pero cuyo objetivo era no decir nada que pudiera asustar a quienes supuestamente van a traer su dinero al país.
Apenas unas semanas antes, la Secretaría de Relaciones Exteriores había instruido a los embajadores y cónsules a ocuparse de detener lo que los encargados del turismo llaman “las campañas bastardas de desprestigio” y la “promoción negativa” al país.
La actitud ha venido acompañada del regaño a quienes se niegan a jugar ese juego, principalmente medios de comunicación y analistas. Igual que sus antecesores, el Presidente se molesta con los críticos, así llamados en distintos momentos “malosos”, “agoreros de infortunios”, “acarreados que se benefician de una industria de la reclamación” y otras lindezas.
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