Ante el panorama devastador en el que se encuentra la sociedad mexicana hoy, ante la depauperación siempre creciente de gruesos sectores poblacionales, ese avance como una humedad perniciosa de la pobreza extrema, del analfabetismo funcional o simple; ante los sucesivos, cotidianos escenarios de brutalidad, salvajismo y abuso que vemos todos los días en las calles de prácticamente todas las ciudades de este país que se nos ha quedado sin rincones bucólicos, de idílica, perdida y al parecer irrecuperable tranquilidad, ante todo eso sólo nos queda el testimonio. Dar cuenta. Registrar. Decir. Porque sí, porque sólo habrá der salvarnos la memoria cuando hayamos puesto fin a la barbarie o colapsado en el intento. Cuando toda esta violencia, toda esta corrupción en que vivimos sea cosa del pasado –un pesimista vislumbrando en el pasado lo que constituye, según parece, nuestra idiosincrasia sempiterna, vaya paradoja–, sólo el recuerdo supondrá aprendizaje. Y sólo así, mejoría, prevención, y la letra de las leyes, la letra de la Constitución, dejarán de ser letra muerta.
Leer Nota AQUI