martes, 5 de mayo de 2009

¿De qué se ríe, señor Calderón?

ÁLVARO DELGADO

MÉXICO, D.F., 4 de mayo (apro).- Como lo ha hecho en otras ocasiones, venga o no al caso, Felipe Calderón dispuso, la noche del miércoles 29 de abril, justo en la cúspide de la emergencia por la epidemia gripal, de 17 minutos seguiditos en radio y televisión para enviar un mensaje a la nación, en el que volvió a tutear a los mexicanos y sonriente, como festejando una puntada, predicó sobre el ocio en el hogar.

La sonrisita no se le borró a Calderón del rostro, habitualmente adusto por su consabido mal humor, ni cuando por primera vez expresó sus condolencias a los deudos de los muertos por la epidemia que ha exhibido la ineptitud gubernamental y cuya cifra real nadie conoce, en vista de la maraña de números que, desde la noche misma en que se decretó la emergencia --el jueves 23--, han confundido inclusive a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Viene al caso el lugar común: La primera víctima ha sido, en efecto, la verdad.

Pero detrás del manejo convenenciero de la epidemia, cuyos riesgos evidentemente existen y sobre los cuales la ciudadanía ha contrarrestado con muestras de ejemplar solidaridad con sus semejantes --algo que ni siquiera los curas ni los propios funcionarios han sido capaces de practicar, como el uso de tapabocas, por lo visto inútiles--, se trata de esconder y manipular la atroz realidad que atormenta a los mexicanos.
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