Pablo Gómez
El presidente de Francia impuso a Calderón un compromiso que provoca pena ajena. Obligó al gobierno mexicano a realizar un acto inaudito: aceptar la creación de una comisión binacional de alto nivel sólo para analizar la situación de una persona.
No es cierto que Sarkozy estuviera haciendo su “chamba”, la de abogado de oficio de una ciudadana francesa. El mandatario conoce la convención de Estrasburgo y sabe que la entrega de un reo sólo se puede hacer cuando la sentencia está firme, lo que aún no ocurre con Florence Cassez. Sabe también de sobra que su gobierno no puede aún hacer solicitud oficial a México. Llegó simplemente con una demanda, ante la cual Calderón no supo comportarse como lo que él presume ser y admitió la tan absurda comisión especial para analizar un caso que todavía no es internacional ni se encuentra aún en la esfera del Poder Ejecutivo mexicano.
Qué lamentable; qué lástima. México no se merece ese trato, pero no de parte de Sarkozy, quien a fin de cuentas nos importa un bledo, sino de Calderón.
Leer Nota AQUI