domingo, 30 de noviembre de 2008

¿Sirve la crítica?




Sara Sefchovich

En México no nos gusta la crítica. El presidente Zedillo se enojaba con “los que sólo ven lo negativo y nunca lo positivo”, llamaba “malosos” a los críticos y los sacaba de formar parte del pueblo porque en su opinión “el pueblo se identifica con el gobierno y criticar a éste es oponerse a aquél”. También el presidente Fox odiaba a los críticos, los acusaba de estar motivados por razones aviesas y se enojaba tanto que amenazaba “con hacerlos beber sopa (sic) de su propio chocolate”. En alguna ocasión de plano dijo que no leía los periódicos ni oía lo que se opinaba sobre su quehacer, y además invitó a los ciudadanos a hacer lo mismo, llegando hasta el punto de felicitar a una campesina ¡porque no sabía leer!

En la academia, dice Julio Boltvinik: “La crítica es interpretada como descalificación personal. Quien se atreve a criticar las ideas, análisis y conclusiones de sus colegas es castigado por la comunidad con el aislamiento. Esta manera lleva a (casi) todos los académicos a abstenerse de toda crítica a sus colegas”.

¿Por qué no gusta la crítica? Un gobernador dijo hace algunos años que ella “genera desconfianza e intranquilidad”. Y en efecto lo hace, pero por la razón inversa a la que suponía ese funcionario: porque pone en evidencia los fracasos, errores, insuficiencias, incapacidades y corrupciones de los poderosos.

Hace algunos días recibí un correo electrónico de un lector respecto a la presentación de mi libro País de mentiras, en el que dice: “Existen dos tipos de mexicanos. Los que se la pasan criticando y los que construyen. Usted es de los criticones empedernidos, que desorientan; que su universo cultural sólo da para hecharle (sic) lodo al gobierno y se la pasan critica y critica. Lo mismo Deniss (se refiere a Denise Dresser) que Jorguito Paterson (Jorge Zepeda Patterson) y los demás (Ilan Semo y Sergio Aguayo) que te acompañarán (aquí pasa a tutearme como forma de descalificación) a hacer pública tu recopilación de críticas. Que les haga provecho. Yo pertenezco a la clase de mexicanos anónimos que edificamos, construimos, emprendemos, día a día, en el anonimato”.

Y, sin embargo, me pregunto: ¿de qué otra forma puede el poder (cualquier poder: el político, el militar, el eclesiástico, el económico, el cultural) conocer el parecer de los ciudadanos, lo que se supone es esencial para que se lo ejerza de manera adecuada? “La democracia tiene como premisa fundamental e irrenunciable la exteriorización pacífica de las opiniones de los ciudadanos”, escribió Alain Touraine; el cuestionamiento constante, el “interpelar e interpelar”, afirmó Norbert Lechner. La crítica no se hace porque sí, sino que tiene el objetivo de hacernos ver para hacernos actuar. Y hacerla no es fácil, exige conocimiento, argumentos, datos, echarle cerebro.

Por mi parte, no encuentro otro camino para que los ciudadanos expresemos nuestro descontento. Aunque exista quien deteste tanto este proceder como a quienes lo ejercemos, al punto de que en una ocasión una señora le propuso a Vicente Fox nada menos y nada más ¡que fusilara a sus críticos!
Leer Nota AQUI