Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de los partidos de izquierda, dijo que es vergonzoso ver las fotos de los viajes de la hija del líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, mientras los trabajadores agremiados reciben bajos salarios.
"Ya no se va proteger a caciques, líderes corruptos, esto que da vergüenza ver las fotos de la familia de Deschamps en avión particular, viajando por el extranjero cuando los trabajadores petroleros están muy mal pagados", comentó.
"Se quedaron nada más con la fama de que se les pagaba muy bien a los petroleros, ahora no ganan lo suficiente y no sólo eso, sino que tienen que estar aportando cuotas constantemente para que estos líderes vivan como caciques. Todo eso se va a terminar".
Ante unos 800 simpatizantes reunidos en la Plaza Central de esta ciudad fronteriza, López Obrador reiteró que uno de los sellos de su Gobierno será precisamente combatir la corrupción y los llamados delitos de cuello blanco.
Nada ha dañado más a México y a Tamaulipas, enfatizó, que los gobiernos deshonestos.
En otro tema, aseguró que de llegar a la Presidencia, la lideresa del magisterio, Elba Esther Gordillo, ya no va a manejar la educación del País.
"A mi no me va golpear el escritorio", mencionó.
Asimismo, López Obrador reconoció a los periodistas de Tamaulipas por informar atinadamente a pesar de las condiciones de inseguridad y violencia que privan en la entidad.
Prometió que cada 15 días irá a Tamaulipas con su eventual gabinete de seguridad, a revisar los resultados de la estrategia anticrimen en la entidad.
Andrés Manuel López Obrador con los escritores Elena Poniatowska y Paco
Ignacio Taibo II (a espaldas del candidato), durante el acto
estudiantil realizado en TlatelolcoFoto Carlos Ramos Mamahua
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Martes 22 de mayo de 2012, p. 5
Martes 22 de mayo de 2012, p. 5
Roto el mito de que los jóvenes son apáticos
frente a la vida política del país, estudiantes de cerca de 200
universidades de toda la nación, públicas y privadas, acudieron ayer,
tarde esplendorosa de mayo en la Plaza de las Tres Culturas de
Tlatelolco, a sellar un pacto con el candidato del Movimiento
Progresista, Andrés Manuel López Obrador.
Ellos aseguran a gritos que harán la tarea que les asigna el candidato: en los 40 días que restan para las elecciones deben orientar el pueblo, vigilar las casillas y defender el voto de quien, sin dudarlo, ya ven como su presidente.
A cambio, AMLO promete, sin necesidad de escenificar firma alguna, cumplir las demandas y aspiraciones que el movimiento estudiantil le pone enfrente: derecho a la educación de calidad; no más rechazados; cupo para todos; un sistema de becas extenso y eficaz.
Y también, pensando más allá de la graduación, mirando a su futuro hoy incierto, exigen proyectos de desarrollo y empleo que incorporen a los egresados de la educación superior. No más subempleo o desempleo para los futuros ingenieros y diseñadores; literatos e historiadores; abogados y politólogos; biólogos y astrofísicos; filósofos y contadores. No más fuga de cerebros, no más chambas chatarra para los médicos y licenciados, antropólogos, normalistas y veterinarios del mañana.
La Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca propone una demanda más: inclusión de los discapacitados en el sistema universitario.
Tarde de pensar en generaciones idas y presentes; de dejarse calentar el alma por los fantasmas de aquellos que en este mismo sitio fueron masacrados hace 44 años, invocados por Paco Ignacio Taibo II, jóvenes de entonces que asistían a una concentración estudiantil parecida, pero diferente a ésta.
Flanqueando a AMLO no hay políticos, sólo estudiantes en nombre de distintas casas de estudios: los 165 tecnológicos del país, representados por el de Mérida; la UNAM, universidades de los estados, la Ibero, desde luego, heroína de la coyuntura; Chapingo y la UACM –creada por el mismo López Obrador como jefe de Gobierno del DF–, la UAM y el Poli. Sus discursos tienen una sonoridad tan fresca como no se había escuchado hasta ahora en las campañas.
Toca abrir a Armando Iturbe, joven bien vestido de la Uia (donde para estudiar se deben pagar, cuando menos, 150 mil pesos al año). La injusticia social no le es ajena. Muy serio voltea a ver al candidato:
No nos falles. Y prende al respetable que estalla en gritos:
¡No nos falles!Muy conmovido, López Obrador les contesta:
No voy a fallarles; es en serio.
Giovanni Aguirre, de la FES Acatlán, repite para solaz de todos el resultado del ensayo de elecciones que se hizo la semana pasada en la UNAM, donde López Obrador barrió con 85 por ciento de los votos.
Y si alguien pide revisión, nosotros sí estamos dispuestos a un recuento voto por voto, casilla por casilla.
El futuro politólogo de la UAM Julián Castruita emite la frase más cruda del acto:
El lugar de los jóvenes debe ser el aula, no la calle ni los ataúdes. Pone el dedo en una llaga dolorosísima de su generación: centenares de universitarios desaparecidos o asesinados en la capital y los estados.
Christian Ramírez, del IPN, se queja de la falta de democracia y reducción de presupuesto en el Poli;
Rodrigo Flores, de la UACM, en cambio, no menciona el conflicto interno
en su universidad, y por último Adrián Gorozica, del Tecnológico de
Mérida, recuerda que cuatro de cada diez ingenieros del país son
egresados de los 162 planteles hermanos del Instituto Politécnico,
afectados hoy por el abandono y la gradual privatización.
¿Qué cuántos serían? Desde el templete se ve que todos los confines
de la plaza están cubiertos... Desde las ventanas del edificio Chihuahua
penden mantas gigantes del Poli, de AMLO, del sindicato de electricistas en resistencia, el SME; pendones con las palabras
Universidady
Revolución. La muchedumbre busca sombra en los centenarios muros de tezontle de la iglesia de Santiago. Desde la azotea del edificio 15 de Septiembre debe verse curioso el latido de la multitud, que salta al unísono:
¡El que no brinque es Peña!
¿Cifras? Quién sabe. Pero el sesentayochero Jesús Martín del Campo
hace memoria y calcula que pocos momentos colmaron así la emblemática
explanada. Aquella tarde del 2 de octubre de 1968, antes de que el
espacio se cubriera de sangre; después, algunos mítines conmemorativos
de la noche de Tlatelolco: el quinto, el 25, el 40 aniversario. Y tal
vez aquel 15 de septiembre de 2006, cuando en respuesta Andrés Manuel
López Obrador fue ungido
presidente legítimopor sus seguidores.
Finalmente, AMLO frente al micrófono: habla de su inspiración en la
secundaria, un maestro del 68, Rodolfo Lara, que hizo huelga de hambre y
fue preso político; de sus años en la FCPS de la UNAM, adonde entró en
1973, bajo la fuerza del chileno Salvador Allende. Y abordó un tema no
muy frecuente en sus discursos:
No despreciamos a quienes piensan que la vía armada es una posibilidad para la transformación. Pero con todo respeto, nosotros vamos a luchar siempre por la vía pacífica y electoral. Él, que se define como de la generación de la transición democrática, frustrada con el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988; que padeció el engaño de la generación de la alternancia panista,
gatopardista, finalmente llega a este día para constatar:
Estoy feliz, ya hay relevo generacional. ¡Viva la generación de la transformación!
Y con esa frase desata la apoteósica despedida con la que concluyen
tres días en un solo impulso juvenil, tres días de sinergia –analiza
Taibo II– que desafían a la fuerza de gravedad que ejercen, a seis
semanas de las elecciones, las encuestas y la televisión.
¡Presidente!, ¡presidente!, retumba la Plaza de las Tres Culturas.
Y los muchachos se dispersan tarareando el arreglo que, con permiso
de Violeta Parra en el más allá, hizo Pedro Miguel de sus versos:
“Aquí están tus estudiantes /Plaza de las Tres Culturas/recuerdo
de los caídos/para la gente futura/aquí seguimos haciendo/la historia
sin amargura/¡Caramba y zamba la cosa/con enojo y con ternura!”