domingo, 20 de junio de 2010

Se apagó una de las mentes más lúcidas del país

En 2006, en apoyo al movimiento antifraude, Monsiváis advirtió: "no abandonemos nuestros votos en la fosa común de la resignación"

Una de las mentes críticas más certeras y lúcidas de México se apagó ayer poco después del mediodía: Carlos Monsiváis falleció a las 12:47 de la tarde, luego de más de dos meses en terapia intensiva debido a complicaciones por una fibrosis pulmonar.

La noticia del deceso abrió una herida más profunda en el ánimo de lectores, amigos, seguidores y entusiastas de sus ideas que aún lloraban la muerte del Nobel portugués José Saramago, ocurrida el viernes.

Este sábado –en el que se conmemoró el Día del Idioma Español, así como el aniversario 89 de la muerte del poeta Ramón López Velarde– los restos de Monsiváis fueron recibidos por la noche por una multitud en el Museo de la Ciudad de México. Numerosas personas expresaron ahí una misma petición: “¡Monsi, al Zócalo; homenaje popular, no oficial!”

Monsiváis y Sergio Pitol se unieron al movimiento de Andrés Manuel López Obrador contra el fraude electoral de 2006. El 16 de julio de ese año participaron en el mitin multitudinario realizado en el Zócalo, donde el también cronista advirtió: "el manipulador pierde la oportunidad de gobernar".

Monsiváis fue aclamado por la multitud cuando atacó directamente al partido en el poder y señaló: “la violencia ha partido de la derecha. Una violencia ideológica de mentiras, calumnias, difamaciones y fraudes hormiga.

"No abandonemos nuestros votos en la fosa común de la resignación o la apatía. Voto por voto y casilla por casilla."
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El Despertar

Resistir y peregrinar

José Agustín Ortiz Pinchetti

La reacción frente al libro de AMLO La mafia que se adueñó de México... y el 2012 es reflejo fiel de la manipulación que el régimen hace de la opinión pública. A pesar de la importancia del personaje, de su organización y del contenido del libro y de su éxito de librería, la mayoría de los medios lo han ignorado, como parte de la conspiración del silencio. Sin embargo, para efectos de la política real, él y el movimiento están vivos y se mueven, y son la única amenaza al poder de la oligarquía, que pretende ahora restaurar al viejo PRI en su versión más corrupta, la de Carlos Salinas.

Me concentraré en un solo capítulo, la resistencia y el peregrinar por el país. Es un testimonio de la hazaña de responder al fraude electoral sin violencia y sin claudicación. Con escasos recursos, sin el apoyo de la directiva del PRD y sustentándose en la dignidad y la energía de sus simpatizantes más duros, AMLO ha construido una organización que pretende "mantener encendida la llama de la esperanza". Este instrumento político ha demostrado su eficacia en la lucha contra la privatización petrolera y contra el fraude electoral en Iztapalapa.
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Monsi, ciudadano comprometido

En los malos tiempos que se abaten sobre el país, la muerte de Carlos Monsiváis, El Monsi –como le decían afectuosamente sus amigos, sus conocidos y sus incontables lectores desconocidos– resulta doblemente desoladora. Cualquiera en el que México hubiera tenido que despedirlo habría sido un mal momento, pero el actual es el peor imaginable para perder a una de sus inteligencias más éticas, generosas y comprometidas con las gestas sociales, a su principal cronista, a un intelectual particularmente lúcido y agudo, al crítico más implacable de los desfiguros del poder.

A lo largo de su vida, Monsiváis registró, con humor, rigor y una suerte de erudición de los terrenos inexplorados de la sociedad, las formas de relación y las prácticas de identidad de la población urbana de la segunda mitad del siglo XX y, sin hacer con ello un retrato complaciente, las presentó como maneras de resistencia o, cuando menos, de compensación frente a la desigualdad, la corrupción y el abuso.
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Carlos Monsiváis, el coleccionista

José María Pérez Gay

Objetos de decoración en la casa del cronista

Moscú, 14 de junio de 1991. Carlos Monsiváis, caminando por una calle del barrio de Arbat en el centro de Moscú, me contaba que había encontrado en el bazar sabatino de la Plaza del Ángel, en la ciudad de México –que él y Rafael Barajas, El Fisgón, frecuentaban todos los sábados– un ejemplar de los seis volúmenes –de la primera edición– de la Historia Ilustrada de la Moral Sexual, de Eduard Fuchs, publicado el año de 1911 por la Editorial Albert de Langen de Munich, y que además –para mi envidia– se lo había obsequiado al pintor Francisco Toledo. Le dije que aquel ejemplar era una joya invaluable, porque los nazis –hasta donde yo sabía– no sólo habían incinerado, en 1934, las setenta y tantas ediciones de la Historia Ilustrada de la Moral Sexual, sino también –y sobre todo– habían incinerado una parte –y subastado la otra– de la colección de pinturas y grabados eróticos y sexuales de Fuchs, que quizá –hasta ese momento– era una de las colecciones privadas más importantes de Occidente.
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Monsi

Carlos Payán

En la trinchera Monsi, siempre en la trinchera, del lado correcto de la guerra y de la vida, siempre escribiendo sin traicionarse él mismo y sin traicionar a los demás. En la trinchera Monsi, disparando dardos de ingenio, dardos de humor, llenos de inteligencia, envenenados contra todo dislate político y luegos sí, entró de frente a batirse con la huesuda, la Catrina de Posada que él tanto quería y que le amagó una vez, hiriéndolo apenas para acompañarlo durante una temporada y después dejarlo ir, solo para volver a embestirlo, esta vez definitivamente. Quién como él para morir disparando desde la trinchera, la de este lado, la nuestra; quién como él, escritor aguerrido, pensador juguetón y burletero, el mejor entre nosotros, el más certero, compañero del alma, compañero.
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El gran crítico del poder

Luis Hernández Navarro

El escritor entrevistó al subcomandante Marcos el 20 de diciembre de 2000 en el Aguascalientes de La Realidad. En la charla los acompañaron el comandante Tacho y el mayor Moisés (de pie)

Si las llamadas telefónicas entre teléfonos fijos se cobraran por el tiempo aire de uso, Carlos Monsiváis habría tenido que pagar a Carlos Slim recibos millonarios. Y es que, desde muy temprano, el escritor de la colonia Portales pasaba horas hablando por teléfono todos los días. Dominado por un insaciable apetito informativo, alimentaba diariamente su adicción pegado al auricular. Desde allí recorría cada uno de los hilos de la telaraña comunicacional que tejió durante años con amigos, informantes y registros.

Monsiváis fue uno de los hombres mejor informados del país. Lector voraz, era asiduo visitante a distintos cafés, cuando éstos parecían ser lugar en extinción, mucho antes de que vivieran su último boom a partir de la proliferación de los Starbucks. Desaparecido el café de Las Américas frecuentó la casa de té Auseba, y cuando ésta se convirtió en estética unisex mudó sus tertulias a El Péndulo. Sin embargo, no despreciaba para sus reuniones los Sanborns o las incursiones nocturnas a Los Guajolotes. Allí se reunía con sus comensales en maratónicas jornadas en las que se intercambiaban chismes, se hacían análisis de coyuntura y se expresaban lamentaciones por el estado siempre deplorable de la salud de la nación. Por supuesto, era el cronista quien narraba siempre las historias más precisas, inverosímiles y sorprendentes sobre personajes de la política y la cultura nacional.
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Carlos Monsiváis

José Emilio Pacheco

No puedo concebir un México sin la presencia ubicua de Carlos Monsiváis. Durante muchos años nos acostumbramos a leerlo, a escucharlo en conferencias por todas partes y en programas de radio, y a verlo en la televisión, a tal punto que parece imposible resignarse al nunca más.

Perdemos una conciencia crítica irremplazable. Nos queda, en cambio, una obra vastísima que empezó en Días de guardar (1970) y culminó en Apocalipstick (2009), uno de sus grandes libros.

Fue valiente, lúcido, implacable. Estuvo siempre con las minorías y los oprimidos. Esto lo saben todos. Menos apreciada es su labor de crítico literario y, en particular, de poesía. Era un excelente lector poético y, tal vez, el último que se sabía poemas de memoria.
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In memoriam

El ciudadano

Afuera de Bellas Artes en el año 2006

El ciudadano

Jesús Ramírez Cuevas

A partir de hoy, México está incompleto pues le falta uno de sus hombres más lúcidos de su tiempo. Los últimos 50 años mexicanos no pueden entenderse sin la presencia, la omnipresencia, de Carlos Monsiváis, el intelectual independiente del poder, el escritor brillante, el ciudadano comprometido con las causas democráticas de la sociedad, el comentarista de cuanto fenómeno cultural, social y político asomara a la realidad.

Gracias Carlos por darnos tanto de ti desinteresadamente. Gracias por ser como eras, por pensar como pensabas, por reírte como te reías (de todos), por las enormes lecciones morales e intelectuales que nos diste a todos (todavía pasaremos un buen tiempo en lograr entender y asimilar muchas de ellas).

Tenemos tantas cosas que agradecerte Carlos. En primer lugar, tu amistad a toda prueba, tu solidaridad incondicional con las personas en desgracia. Gracias, Carlos por tu apoyo incansable a las causas del pueblo y a los sectores más decididos a enfrentar el cinismo y la impunidad del poder. Gracias, Carlos, por tu capacidad de indignación y tu talento para traducirla en alegatos brillantes y demoledores; por tu ingenio cotidiano que supo hacer del humor la mejor arma de la crítica implacable. Pero sobre todo, gracias, Carlos, por haber demostrado que la inteligencia y el talento no están reñidos con el compromiso ético y político.
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El problema con Monsi

Hermann Bellinghausen

El día que murió Monsiváis la ciudad se puso a llover, como era de esperarse. Reinaba una especie de desconcierto. Como en The Trouble With Harry, aquella excelente comedia negra de Alfred Hitchcock (1955), sabemos que está muerto, pero no sabemos dónde ponerlo. Desde el niño catedrático de la radio (ca. 1950) al consumado muralista de Apocalipstick (2009), su más reciente mejor libro (ni de lejos el último), Monsiváis salió a todas las bolas y ninguna cancha le vino grande.

El problema con Monsi es que fue tantas cosas (cronista, editor, ensayista, traductor, satírico, figura pública, compañero de todas las luchas del pueblo mexicano, historiador, divulgador, declarante perenne al pie el cañón, antologador, memoria de elefante para la trivia, la erudición y la fulminación del enemigo con el vigor de la lengua). Pero también fue muchas otras que se supone no fue (narrador extraordinario, poeta secreto, maestro sin aulas ni muros) y otras que se supone que no debía ser (proclive a las minorías, eterno naco en el Olimpo de las letras, el único intelectual mexicano capaz de ir la televisión comercial, echarse un tiro con cualquier idiota ventajoso y salir no sólo vivo del intento, sino vencedor).
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In memoriam

Con Monsiváis, el joven (fragmento)*


Sergio Pitol

A su modo, Carlos Monsiváis es un polígrafo en perpetua expansión, un sindicato de escritores, una legión de heterónimos que por excentricidad firman con el mismo nombre. Si a usted le surge una duda sobre un texto bíblico no tiene más que llamarlo; se la aclarará de inmediato; lo mismo que si necesita un dato sobre alguna película filmada en 1924, 1935 o el año que se le antoje; quiere saber el nombre del regente de la ciudad de México o el del gobernador de Sonora en 1954, o las circunstancias en que Diego Rivera pintó un mural en San Francisco en 1931, y que José Clemente Orozco calificó de "nalgatorio", o la posible transformación de la obra de Tamayo durante su breve periodo parisiense, o la fidelidad de un verso que le esté bailando en la memoria: de Quevedo, de Góngora, de Sor Juana, de Darío, de López Velarde, de Gorostiza, de Pellicer, de Vallejo, de Neruda, de Machado, de Paz, de Villaurrutia, de Novo, de Sabines, de cualquier gran poeta de nuestra lengua, y la respuesta surgirá de inmediato: no sólo el verso sino la estrofa en la que está engarzado. Es Mr. Memory. Es, también, un incomparable historiador de las mentalidades, un ensayista inmensamente receptivo y agudo; léanse si no las páginas que ha escrito sobre Onetti, Novo, Beckford, Hammett; un crítico de cine notable, un estudioso de la pintura mexicana que ha producido páginas excelentes sobre Diego, Tamayo, Gerszo, María Izquierdo y Toledo, un lúcido ensayista político. Es el cronista de todas nuestras desventuras y prodigios, más de las primeras, puesto que el México que nos ha tocado vivir ha sido fértil en desventuras y, en cambio, los prodigios aparecen de manera excepcional como suelen hacerlo los milagros; es el documentador de la fecundísima gama de nuestra imbecilidad nacional.
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In memoriam

Lágrimas de piedra en el Bicentenario (2210)


Carlos Monsiváis

Epílogo

El Comité Organizador de los Festejos Luctuosos del Bicentenario de la Desaparición de la Humanidad antigua ya anunció el magno espectáculo de luz y sonido en memoria de incontables milenios y del triste final del género humano. Hace todavía cien años, comentó el organizador, no habría sido posible esta apoteosis de la obligación de recordar, no sólo por el olvido de los idiomas, tan lentamente recuperados por los especialistas, sino porque las condiciones atmosféricas no lo hubiesen tolerado. El programa de Festejos Lúgubres empezará con un homenaje rencoroso al Calentamiento Global que eliminó hace doscientos años la vida en el planeta. Debemos aceptar las grandes diferencias con nuestros semiancestros, y es justo reconocer que somos descendientes del Calentamiento Global.

Se insiste en lo que todos los integrantes de la Poshumanidad conocemos: el CG (para ya no repetir lo del Calentamiento Global) afectó la geología de la Tierra, convocó los desastres naturales, los terremotos, las avalanchas de nieve, las erupciones volcánicas de gran intensidad, los tsunamis que ahogaban a las propias olas. Extraigan los recuerdos de su ADN, se nos dice, los días de la intolerable temperatura en la atmósfera, los recuentos patéticos de las sumas del horror: los millones de toneladas de dióxido de carbono emitidas por vehículos, fábricas, centrales energéticas y aviones.
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In memoriam

Los días de nuestra edad

Carlos Monsiváis

Carlos Monsiváis bailando con Elena Poniatowska en el salón Margo, en el cumpleaños 50 del escritor
Los días de nuestra edad son setenta años

Salmo 90: 10

De las fechas que me han marcado guardo la memoria que corresponde, casi siempre legendaria. Debido a limitaciones de Natura, carezco de recuerdos de mi nacimiento o de mi muerte y –tal vez menos significativos o menos fuera de mi control que el nacer y el morir– los otros acontecimientos relevantes de mi vida han quedado a cargo de una combinación desigual de lo objetivo y lo subjetivo, es decir y por lo general, de la invención y del olvido. En lo íntimo, recuerdo la hora y las circunstancias del fallecimiento de mi madre, y en un nivel distinto, pero también de consecuencias interminables, la muerte de algunos parientes y de varios amigos. No suelo hablar de estos asuntos y no me refiero a ellos por escrito, al no sentirme capaz de narrar la agonía de un ser querido, los gestos y los sonidos de la vida que se extingue, o de referir mis reacciones al enterarme de los sucesos.

Al asimilarse como hechos de la vida personal, los grandes acontecimientos políticos y sociales se prestan siempre a la evocación mitológica. Así y por ejemplo, las preguntas que sitúan en un mapa anímico inexorable, tipo: "¿Cómo te enteraste del asesinato de John Kennedy?", o "¿Cuál fue tu reacción al oír de la muerte de Luis Donaldo Colosio?", que son al fin y al cabo retórica de las encuestas, porque implican la sacralización de un hecho, y por minimizar y agrandar a la vez al sujeto del interrogatorio. Todos nos ubicamos ante los grandes acontecimientos de la nación y del mundo, llamados llana o confianzudamente la Historia; todos inventamos un perfil cívico al expresar nuestra respuesta; todos memorizamos nuestras reacciones.
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Electricidad en la zona central: en los hechos, empeora

Antonio Gershenson

Se publicaron en estas páginas, por un lado, problemas asociados con un servicio público empeorado en la zona central, y por otro, un escrito que pronosticaba un futuro glorioso y automatizado en la misma área, ambos para las instalaciones eléctricas.

El escrito anuncia miles de nuevos transformadores, además de subestaciones, otras obras y líneas, todo en 18 meses. ¿Dónde vemos siquiera el principio de cumplimiento de estas promesas? ¿Con qué presupuesto? Ni siquiera reanudaron lo que Luz y Fuerza del Centro (LFC) dejó a medias por su cierre a mano armada, hace más de medio año. Una subestación de 230 mil volts, en serio y no sólo platicada, se tomaría más de los 18 meses, sobre todo con la lentitud que han mostrado los funcionarios.
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La mafia que se adueñó de México

Arnaldo Córdova

La mafia que se adueñó de México… y el 20l2, es el título del nuevo libro que ha escrito Andrés Manuel López Obrador y que publica Editorial Grijalbo. Es un libro sencillo y claro como todos los suyos. Es un análisis crítico, en primer lugar, del proceso a través del cual una pequeña oligarquía se ha adueñado de México, sus riquezas naturales y humanas, en su primer capítulo, que se titula, precisamente, "El saqueo". Correlativamente, es la exposición del proceso de empobrecimiento de la sociedad a que han llevado la corrupción y la depredación de la derecha, como puede verse en su segundo capítulo, "Abandono, corrupción y pobreza".

Es también la descripción de una experiencia maravillosa que López Obrador vivió, viajando por todos los municipios del país, de lo que vio, de la gente estupenda que conoció y, también, de la belleza de nuestro país que lo asombró (es el contenido del tercer capítulo, titulado "La resistencia y el peregrinar por el país", que José María Pérez Gay llamó "el alma del libro", en la presentación del mismo); y culmina, en el cuarto capítulo, con un examen que es, a la vez, una exposición crítica y un planteamiento programático que denomina, emblemáticamente, "2012".
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