Ciudad Perdida
- El PRD: muerto político y sicario de la derecha
- Los proyectos de López Obrador y Ebrard
Miguel Ángel Velázquez
Hace ya un buen tiempo que el PRD, infectado por el virus del oportunismo, carcomido por la deshonestidad ideológica, y utilizado una y otra vez por el gobierno de Felipe Calderón para saldar cuentas pendientes o para servir de fachada a una legitimidad que nunca se consolidó, declaró su muerte política.
El asunto es más grave de lo que se piensa. Andrés Manuel López Obrador, si bien no quiso desligarse del partido cuando se detectó la enfermedad, sí atisbó la gravedad del mal y se lanzó a la creación de un organismo fuera del partido para apoyar sus acciones políticas; de una u otra forma la lectura fue la misma: el PRD en manos del chuchismo sólo tenía como futuro la muerte de sus principios, y como quehacer convertirse en el sicario de la derecha.
Por su parte, Marcelo Ebrard quiso entrar de lleno al partido, pero una y otra vez fue rechazado por los intereses de los grupos que reinan dentro de la organización, y así, sin romper, crea una opción política que aparentemente correría paralela al partido, pero que en realidad sólo advierte que, para cualquier fin electoral que no sea el de validar una candidatura, el PRD goza de tal desprestigio que no puede ser considerado como plataforma de lanzamiento. Todos sus principios han sido traicionados, y Ebrard lo sabe.
Leer mas...AQUI
El asunto es más grave de lo que se piensa. Andrés Manuel López Obrador, si bien no quiso desligarse del partido cuando se detectó la enfermedad, sí atisbó la gravedad del mal y se lanzó a la creación de un organismo fuera del partido para apoyar sus acciones políticas; de una u otra forma la lectura fue la misma: el PRD en manos del chuchismo sólo tenía como futuro la muerte de sus principios, y como quehacer convertirse en el sicario de la derecha.
Por su parte, Marcelo Ebrard quiso entrar de lleno al partido, pero una y otra vez fue rechazado por los intereses de los grupos que reinan dentro de la organización, y así, sin romper, crea una opción política que aparentemente correría paralela al partido, pero que en realidad sólo advierte que, para cualquier fin electoral que no sea el de validar una candidatura, el PRD goza de tal desprestigio que no puede ser considerado como plataforma de lanzamiento. Todos sus principios han sido traicionados, y Ebrard lo sabe.