Escrito por sam.fouilloux
Participación de la Embajada del Estado Plurinacional de Bolivia en México en el Día de Muertos
En un ambiente de franca calidez latinoamericana, no sólo se invitó al público a aprender a hacer pan de muerto boliviano, sino que también se explicaron los diversos elementos que conforman la ofrenda dedicada a la senadora Ana María Romero de Campero, fallecida el 25 de octubre del presente año en Bolivia, y en memoria de todos los difuntos del hermano país. Tres niveles colmados de pan, frutas y de todo lo que fuera del gusto del que se recuerda se observan en el altar; el primero representando al inframundo, el segundo a la vida y el tercero al cielo o cosmos.
Los figuras hechas de pan o t’antawawas en quechua, abundantes en la ofrenda, representan a la Pachamama, al hombre, a la mujer y a algunos animales como las llamas. En la parte del altar que corresponde al cosmos se coloca también una escalera, pues representa la acción de las almas de subir o bajar.
En este típico ritual del Día de Difuntos, también se recuerda a los que ya se han ido con cantos, rezos y alabados, se les cuentan las penas de los vivos y se les pide su ayuda para resolver dificultades.
A través de este intercambio cultural entre los pueblos boliviano y mexicano, en una fecha tan importante como el Día de Muertos, no sólo se estrechan nuestros lazos de amistad, sino que se reafirma el espíritu latinoamericano solidario y libre que compartimos en toda la Patria Grande.
Nuestro reconocimiento a toda la misión diplomática boliviana que tan gentilmente compartió su cultura con los mexicanos.
Escrito por Sam Fouilloux
A continuación se reproduce el texto íntegro “Bolivia ama la vida hasta la muerte”, escrito por Jorge Mansilla, Embajador en México del Estado Plurinacional de Bolivia:
Bolivia ama la vida hasta la muerte
Tiene la muerte un respiro en Bolivia cada vez que los pueblos se remecen en el recuerdo de los seres que fueron la razón esencial de sus vidas.
Todos Santos y el Día de Difuntos son las fechas en que llegan las almas a lo que fue su hogar y allá se quedan a suspirar por un tiempito juntos.
Comen locro y almuerzo de maní, toman chicha, escuchan alabado, miran a sus familias y en silencio agradecen “que se acuerden de mi”.
En su honor se levantan las ofrendas con mesas llenas de t’antawawas, panecillos de trigo palomitas que vuelan o serpientes por sendas de misterio, altas escaleras para subir al cielo o bien tortugas que retardan su paso al cementerio.
Figuritas de masa, quimeras de la vida, las almas se alimentan con los de antes, cuando en la tierra eran gentes de franca bienvenida y hoy no comentan nada y sólo se alimentan.
Se defiende en Bolivia la vida hasta la muerte, eso dice el hermano que vive y ama en la selva, en el llano y el altiplano.
Y sólo así se entiende que quien muere no se pierde en la nada, menos eternamente.
Que si vivió ayudando a vivir se quedará por siempre junto a la Pachamama, madre amada.
Zócalo, DF, noviembre 2010.
Jorge Mansilla Torres