Eduardo Ibarra Aguirre
Desde abril de 2007, apenas a cuatro meses de iniciada la guerra contra el crimen organizado, “Felipe Calderón admitió que habría cometido un error de cálculo sobre la profundidad y amplitud de la corrupción y también sobre la penetrante influencia del narcotráfico en México, que estaba más allá de toda comprensión”.
Lo anterior se desprende de la información proporcionada por José María Aznar al embajador de Estados Unidos en Madrid, Eduardo Aguirre, pocos días después de que el otrora mandatario español conversara en Los Pinos con Calderón Hinojosa. Testimonio que, como otros de los muchos que aún faltan, conocemos por la extraordinaria labor informativa desplegada por Wikileaks y su fundador Julian Assange, ahora prisionero en Londres merced a las exigencias del Departamento de Estado, mismo al que previamente el portal desnudó.
Un “error de cálculo” de tal magnitud, cometido por el hombre que presidió el partido gobernante, coordinó el Grupo Parlamentario de Acción Nacional en San Lázaro durante el gobierno del cambio, dirigió Banobras y encabezó la Secretaría de Energía, resulta inexplicable si lo limitamos al desconocimiento e inexperiencia del abogado, economista y administrador público, y no lo asociamos a la urgencia que tenía –y aún mantiene--, por legitimarse como titular del Ejecutivo federal, como hasta hoy lo postulan los más agudos y avezados expertos en fuerzas armadas y seguridad nacional.
En su origen, pues, la guerra tiene como una de sus causales cubrir un agudo déficit de legitimidad.
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Lo anterior se desprende de la información proporcionada por José María Aznar al embajador de Estados Unidos en Madrid, Eduardo Aguirre, pocos días después de que el otrora mandatario español conversara en Los Pinos con Calderón Hinojosa. Testimonio que, como otros de los muchos que aún faltan, conocemos por la extraordinaria labor informativa desplegada por Wikileaks y su fundador Julian Assange, ahora prisionero en Londres merced a las exigencias del Departamento de Estado, mismo al que previamente el portal desnudó.
Un “error de cálculo” de tal magnitud, cometido por el hombre que presidió el partido gobernante, coordinó el Grupo Parlamentario de Acción Nacional en San Lázaro durante el gobierno del cambio, dirigió Banobras y encabezó la Secretaría de Energía, resulta inexplicable si lo limitamos al desconocimiento e inexperiencia del abogado, economista y administrador público, y no lo asociamos a la urgencia que tenía –y aún mantiene--, por legitimarse como titular del Ejecutivo federal, como hasta hoy lo postulan los más agudos y avezados expertos en fuerzas armadas y seguridad nacional.
En su origen, pues, la guerra tiene como una de sus causales cubrir un agudo déficit de legitimidad.