Sin preparación previa, fijación de objetivos o una planificaron básica se decidió en Los Pinos sumergir al país en un mar de sangre; 40, 0000 muertos es la cifra a la que nos acercamos
Ricardo Mendoza
Al mejor estilo norteamericano y desatendiendo las siempre urgentes necesidades del país, el gobierno panista decidió en 2006 que no había mejor manera de legitimarse luego del escandaloso fraude, que lanzarse a una confrontación armada, seguramente los asesores del gobierno calderonista argumentaron que si la primer potencia del planeta había podido resolver sus crisis económicas y políticas marchando a la guerra, nosotros el patio trasero también podíamos hacer lo mismo, claro que como difícilmente México está en condiciones para emprender una aventura militar en el extranjero, hubo que buscar un enemigo interno, enemigo que pudiese ser visto por la mayoría de la población como tal.
Y así, sin preparación previa, fijación de objetivos o una planificaron básica se decidió en Los Pinos sumergir al país en un mar de sangre; 40, 0000 muertos es la cifra a la que nos acercamos rápidamente y que seguramente pronto rebasaremos, ¿en nombre de qué o de quién?, ¿de nosotros los mexicanos?, ¿de nuestra salud?, ¿se detuvieron acaso a investigar cómo y por qué los grupos del crimen organizado habían crecido y como habían alcanzado ese grado de profesionalización que les permitió alcanzar el dominio de amplias zonas del país?, por supuesto que no, porque en el fondo el combate al narcotráfico no es el asunto toral de la agenda gubernamental, como si lo es el consolidar su propio poder de fuego, para mantener su orden, además de volver normal el patrullaje militar en nuestras calles, mismo que servirá para responder rápidamente a cualquier protesta que se salga del cauce de la “normalidad panista”; algo que ya hemos podido ver con claridad en Cd. Juárez, donde ante el abuso federal y la posterior protesta estudiantil, se ha dado la respuesta clásica de las dictaduras, represión acompañada de una campaña de desprestigio en los grandes medios de comunicación.
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Y así, sin preparación previa, fijación de objetivos o una planificaron básica se decidió en Los Pinos sumergir al país en un mar de sangre; 40, 0000 muertos es la cifra a la que nos acercamos rápidamente y que seguramente pronto rebasaremos, ¿en nombre de qué o de quién?, ¿de nosotros los mexicanos?, ¿de nuestra salud?, ¿se detuvieron acaso a investigar cómo y por qué los grupos del crimen organizado habían crecido y como habían alcanzado ese grado de profesionalización que les permitió alcanzar el dominio de amplias zonas del país?, por supuesto que no, porque en el fondo el combate al narcotráfico no es el asunto toral de la agenda gubernamental, como si lo es el consolidar su propio poder de fuego, para mantener su orden, además de volver normal el patrullaje militar en nuestras calles, mismo que servirá para responder rápidamente a cualquier protesta que se salga del cauce de la “normalidad panista”; algo que ya hemos podido ver con claridad en Cd. Juárez, donde ante el abuso federal y la posterior protesta estudiantil, se ha dado la respuesta clásica de las dictaduras, represión acompañada de una campaña de desprestigio en los grandes medios de comunicación.