Guillermo Fabela Quiñones
Que la única visión del gobierno de facto es la del uso de la violencia, queda confirmada con los discursos tanto del presidente Felipe Calderón como del secretario de la Defensa, Guillermo Galván Galván, en la ceremonia de clausura y apertura de cursos del sistema educativo castrense. Esto es muy preocupante, toda vez que la experiencia histórica, a lo largo y ancho de América Latina, ha demostrado que seguir ese camino resulta contraproducente e inviable. Lo que sólo se consigue es acrecentar los sufrimientos de la población, afectar de manera grave la economía regional y lesionar el tejido social con más profundidad y mayores costos, como el mismo incremento de la violencia, en un absurdo círculo vicioso sin fin ni retorno.
Para el inquilino de Los Pinos (la casa presidencial) no hay otra salida que el uso de las armas, indiscriminadamente, pues “así como los soldados plantan cara y se baten en combate con el enemigo, ciudadanos o militares debieran hacer lo mismo, cada quien en su trinchera”. Con semejante visión del mundo y de la política, vamos a terminar viéndonos como enemigos todos y cada uno de los mexicanos. Quizá eso es lo que quiere la oligarquía, pues “a río revuelto ganancia de pescadores”. No hay otra explicación al creciente interés de Calderón de querer que cada ciudadano se bata contra un enemigo intangible, que quieren personificar en las bandas del crimen organizado. Lo mismo que hizo George W. Bush para justificar su política económica altamente favorable a la plutocracia: crear el fantasma del terrorismo que luego alimentó por conducto de la CIA.
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