Por: Eder Guevara (Integrante de MORENAJE: Movimiento Regeneración Nacional de Jóvenes y Estudiantes)
Esta noche, luego de hacer un breve recuento del año terrible que estamos sobreviviendo en México, una felicitación por la navidad me hizo reflexionar y no precisamente en un ánimo de imitar al monstruo que se roba dicha celebración:
¿Feliz navidad? ¿No tendría yo que ser creyente para conmemorar tal acontecimiento? ¿El supuesto natalicio de Jesucristo debería ser un acontecimiento mundial, por lo que el sujeto histórico hizo, o por lo que el ícono religioso representa? ¿Cuánta gente sabe de aquella otra gente silenciada por la institución religiosa que vive de Cristo, por haber hablado de Jesús hombre, que vivió y se rebeló, que luchó siempre por la opción preferencial por las/os pobres, que fue perseguido, encarcelado, torturado y asesinado por el estado y por la fe institucionalizada?
Si tuviese que creer en que hoy hace más de dos siglos nació Jesucristo, optaría por creer en ese hombre histórico, que asumió y atendió los problemas del momento concreto en el que le tocó nacer, que huía para hablar de rebeldía, para que el ciego viera a través de su palabra insurrecta, optaría por creer en aquél que compartía el pan con la prostituta y el pescador; yo creería en ese hombre que como muchas mujeres y hombres dedicó su vida hasta perderla, por no aceptar como natural el abuso, la injusticia, la infamia.
El Cristo histórico de Samuel Ruiz, de Sergio Méndez Arceo, de Pedro Casaldáliga, de Jon Sobrino, de Oscar Arnulfo Romero, Santo beatificado en rebeldía por el pueblo latinoamericano y condenado a la sombra por la iglesia católica, el de las monjas jesuitas asesinadas impunemente, el de Andrés Manuel López Obrador, de Raúl Vera (quien hoy mismo es perseguido por el estado y las mafias mexicanas), el de las Comunidades eclesiales de Base y de las Comunidades Zapatistas; ese Cristo que despreciaba al rico, al mercader y al usurero.
“Que en estas fechas la paz invada nuestros hogares” dicen demagógicamente los merolicos de la derecha, habrá que responderles que no queremos una paz coyuntural basada en mitos ni en estrategias publicitarias, habrá que demostrarles que queremos una paz con apellidos, es decir una Paz con Justicia, con Dignidad, con Esperanza de futuro, basada en nuestro esfuerzo y en la lucha cotidiana y permanente de todas y todos.
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“Para todas/os todo, nada para nosotras/os”.
El constante intercambio de ideas con el zapatismo debería ser un compromiso cotidiano, tal vez, si ello ocurriera encontraríamos muchas más coincidencias de las obvias, tal vez así podríamos encontrar puntos de convergencia en el plan de acción y así, tal vez, solo tal vez, podríamos evitar anularnos las/os unas/os a las/os otras/os. Ellas/os en su lucha no incluyen el proceso electoral, al menos no por ahora, y así ha sido desde su fundación, pero sí consideran (como nosotras/os) indispensable el trabajo de base, la resistencia a la derecha y sobre todo la ponderación de los grupos históricamente marginados para alcanzar un mundo justo, equitativo y digno.
En asumir la otredad está la clave para consolidar un individualismo socialmente comprometido, si nos asumimos (como lo hicieron las/os zapatistas) como parte del todo, entenderemos que no necesitamos más en lo individual, es ahí donde a muchos miembros de la clase política electoral les ha fallado, porque aprovechan su posición para privilegiarse, para obtener un poco más, y caen en lo que es propio de la derecha: el abuso del poder para servirse de la colectividad. Por eso mucha población y sobre todo población joven no cree en nosotras/os como opción de cambio, porque bajo el cobijo de la izquierda electoral, han tenido cabida muchas/os abusivas/os, farsantes, corruptas/os, y porque las nuevas generaciones de la izquierda electoral asumen, en su mayoría, la misma práctica, prefieren guardar un silencio cómplice, adoptando así una cultura política ajena no solo a la juventud, sino a la izquierda misma: la cultura política priista, esa que estableció máximas como “el que no tranza no avanza”, “está bien que robes pero salpica” o “un político pobre es un pobre político”.
La cultura política cambiará cuando asumamos que las nuevas generaciones debemos desarrollar nuevos parámetros de lo políticamente correcto, porque los viejos parámetros los estableció la derecha, pero también cuando sea una generalidad que en la izquierda electoral nos asumimos como parte de un todo y como tal la vida digna no se comprende a menos que sea una vida digna para todas/os. Si asumimos nuestra en los hechos y no solo en el discurso, la frase “para todas/os todo, nada para nosotras/os”.
Creo que se hermanan el Movimiento Zapatista con el Movimiento de Regeneración Nacional cuando sostenemos: “por el bien de todas/os primero las/os pobres” porque es impensable que haya equidad si no subsanamos la deuda histórica con los grupos oprimidos, es decir, no se trata de quitarle nada a nadie, sino de que todas/os tengamos los mismos derechos garantizados por el estado, es decir, podrá haber escuelas de calidad, pero no será el mismo aprovechamiento de una niña que vive en la pobreza, que de una niña a la que nunca le ha faltado nada, aún si fueran en la misma escuela, el desempeño no sería el mismo a menos que ambas tengan acceso a una alimentación adecuada, que ninguna tenga que preocuparse por los útiles escolares o por la posibilidad de que su padre y madre pierdan el empleo, ni porque la vayan a entregar a nadie. Porque la vida no puede estar configurada en un sistema de oportunidades, sino en uno de garantías.
El progreso social basado en subsanar la marginación histórica, es un asunto de humanidad, de solidaridad y justicia, y es así como comprendo yo la República Amorosa que propone Andrés Manuel. Ese debe ser el primer paso para que México tenga un panorama prometedor, y futuro posible pero también deseable.
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La realidad que vivimos ahora mismo no es nada fácil, pero creo que nunca lo ha sido, si tuvieses que creer en fatalidades, prefiero creer en la fatalidad del sistema capitalista: debe caer, debe acabar.
No sería la primera vez en la historia de la humanidad que un sistema económico es modificado por la humanidad misma, sucedió con el esclavismo, ocurrió con el feudalismo, y aunque el capitalista tiene una capacidad de adaptación impresionante, también tiene una enorme capacidad de autodestrucción. El medio ambiente reclama otra forma de relacionarnos entre los seres humanos, o cambiamos nuestros hábitos de consumo y nuestra forma de producción o ya no quedará planeta para seguir habitándolo. Es una urgencia sí, pero que debe ser asumida con responsabilidad, porque la rueda de la historia gira al ritmo propio de los procesos sociales.
Que la esperanza no decaiga, que la paz con justicia y dignidad invada sus ánimos de lucha, que la reflexión y el diálogo acompañen esas luchas, que hermanadas/os en las trincheras nos encontremos el próximo año y continuemos las rutas hacia la transformación de nuestra realidad. Que el pensamiento subversivo y rebelde llegue a ser un modo de vida, es decir, que la cultura de izquierda trastoque la cotidianidad de este México tan generoso. Felices fiestas.
“Cuando hay muchos hombres (y mujeres) sin decoro, hay otros (y otras) que tienen en sí el decoro de muchos hombres (y muchas mujeres). Esos (y esas) son los (y las) que se rebelan con fuerza terrible contra los (y las) que roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres (y a las mujeres) su decoro. En esos hombres (y en esas mujeres) van miles de hombres (y mujeres), va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres (y mujeres) son sagrados (y sagradas)". José Martí.