Para  Luis Javier Garrido, querido compañero y valiente patriota, cuya obra y  ejemplo perdurarán en el futuro y darán frutos en el México renovado
 En las próximas elecciones presidenciales se enfrentarán dos  opciones: el continuismo de los partidos Revolucionario Institucional  (PRI) y Acción Nacional (PAN), por un lado, y por otro, el cambio de  rumbo para construir un México soberano y en paz que buscan el  Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y Andrés Manuel López  Obrador. El proyecto del PRI-PAN –dos caras de la misma moneda–  busca subordinar al país y a su pueblo a la construcción imperial de  Estados Unidos, impulsa la profundización de la guerra en territorio  nacional y la consolidación de la integración militar bajo la bandera de  la “alianza estratégica” con la nación más agresiva del mundo. El  continuismo para dar prioridad a corporaciones extranjeras y nacionales y  entregar las riquezas con base en la explotación al máximo de pueblos y  trabajadores, al negar derechos fundamentales y obstruir el futuro a  los jóvenes. Por otra parte, está la iniciativa del cambio verdadero que  pasa por la derrota del PRI y el PAN y el triunfo de un gobierno que dé  prioridad a la defensa de la paz, el desarrollo del país, la defensa de  la soberanía y el inicio de la transformación política, económica y  social que permita la construcción del México del siglo XXI.
 Enrique Peña Nieto avaló (el 11 de noviembre de 2011, en  Washington, Estados Unidos) la “guerra” del presidente Felipe Calderón.  La virtual candidata a la Presidencia de la República, Josefina Vázquez  Mota, el 6 de febrero pasado, en entrevista con la periodista Carmen  Aristegui, dejó claro que apoya la “guerra” y “que no tiene ninguna duda  o contradicción” con la estrategia calderonista de respaldar la  permanencia del Ejército en las calles. Por cierto, en el punto más  álgido de la entrevista “se cortó la llamada”. Una postura  diametralmente opuesta es la de López Obrador, que opta por la paz, el  retiro gradual del Ejército y la Marina del combate contra el  narcotráfico y el cese de la represión contra movimientos sociales.  Reivindica la soberanía nacional, plantea validar los principios de no  intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de los  conflictos y el freno a la “asistencia militar de Estados Unidos”. Tres  candidatos, dos posturas, una por la guerra, otra por la paz.
 Más de lo mismo con el PRI y el PAN, lo que conduce a que México se  subordine a los intereses estratégicos de Estados Unidos y la  integración militar llevará en su momento a la participación de nuestros  hijos en las guerras que ese país desate en un futuro. El imperio en  decadencia cocina una gran guerra y quiere a los mexicanos como carne de cañón. Eso no lo permitiremos: estamos cansados de que las decisiones se tomen en Washington y no en México.
 Mientras que el nuevo proyecto de nación de Morena propone un  cambio de rumbo para enfocarse en el desarrollo nacional, al crear una  nueva economía con soberanía política y económica, autosuficiencia  alimentaria y aprovechamiento de nuestras riquezas para los mexicanos,  lo que rompería así con el neocolonialismo. ¿Cómo es posible que sean  los canadienses quienes se llevan nuestro oro y plata y que el 25 por  ciento del territorio nacional es otorgado a las corporaciones mineras?
 El PRI y el PAN siguiendo las recetas del Fondo Monetario  Internacional y el Banco Mundial, con el Tratado de Libre Comercio de  América del Norte (TLCAN) han arruinado el campo y haciéndolo aún más  vulnerable en época de sequía. Pero además el PRIAN ha tenido  políticas desastrosas en cuanto al manejo del agua. Ahora quieren  echarle toda la culpa al “cambio climático” para eludir  responsabilidades en lugar de aplicar los recursos para lograr  soluciones. La riqueza no se va en resolver problemas, sino que se  destina a una minoría rapaz. Hoy nos lamentamos de la tragedia de los  rarámuris, ¿qué han hecho los gobiernos panistas?
 Un grupo de rarámuris apostados afuera de la sede donde se dio el  segundo debate entre los panistas desplegaron una manta que decía:  “Josefina devuelve los 56 millones de pesos que robaste a los  tarahumaras cuando estabas en Sedesol”. El periodista José Reveles  señala que, cuando menos durante 2005, se desviaron y malversaron 1 mil  800 millones de pesos de programas sociales que manejó la Secretaría de  Desarrollo Social, entonces a cargo de Vázquez Mota. Puntualiza que en  el caso del fondo para la vivienda rural tanto rarámuris como otros  grupos indígenas fueron utilizados sólo como un membrete para sus burdos  fraudes.
 Fraudes e impunidad con el PRI y el PAN: cerca de 50 mil millones  de dólares salieron cada año de manera ilegal de México, en la última  década, principalmente a través de facturaciones fraudulentas de  exportaciones de bienes, estimó el 30 de enero pasado Raymond Baker,  director de la consultora Global Financial Integrity, al presentar el  informe México: flujos financieros ilícitos, desequilibrios macroeconómicos y la economía sumergida.  La media anual durante el decenio de 1970 fue de “3 mil millones de  dólares; en la década de 1980, 10 mil millones; en 1990, 17 mil millones  y casi 50 mil millones de dólares el primer decenio del siglo. El  especialista estima que entre 1970 y 2010 salieron fondos ilegales por  872 mil millones de dólares, sin contabilizar las transacciones en  efectivo y el tráfico de drogas y personas, que el estudio no midió.  Global Financial Integrity ubicó a México, entre 160 países del mundo,  en el segundo lugar de salida de fondos ilícitos. El PRIAN y la  cúpula financiera han permitido el saqueo de las riquezas y los 12 años  del PAN han sido desastrosos. Como vemos, sí hay dinero pero se lo  llevan al extranjero. Los flujos ilegales se incrementaron tras la  entrada en vigor del TLCAN, en 1994, firmado entre Estados Unidos,  Canadá y México. Un año más tarde, llegaron a representar 12.7 por  ciento del producto interno bruto del país, lo que equivale a 36 mil 291  millones de dólares. Este dato lo dio a conocer el 30 de enero pasado,  Baker, en el informe antes mencionado. Desde varios puntos de vista, el  TLCAN ha sido absolutamente negativo para la economía mexicana y el  bienestar del pueblo. Aparte de esta salida de recursos, legalmente  salen del país alrededor de 50 mil millones de dólares anuales por el  pago de la deuda interna y externa: en 2011, el gobierno dejó un boquete  fiscal de 743 mil millones de pesos, con el Fondo Bancario de  Protección al Ahorro-Instituto para la Protección al Ahorro Bancario se  ha pagado el rescate de bancos extranjeros con cientos de miles de  millones de pesos, más los capitales que año con año salen del país. En  resumen, vivimos un saqueo neocolonial rapaz y despiadado. En el Banco  de México se acumulan 145 mil millones de dólares, mientras 52 millones  de mexicanos viven en la pobreza. Todo tiene solución si el Estado se  pone al servicio del pueblo y de México, para lo que hay que crear una  nueva economía, como lo proponen Morena y López Obrador. Y que hay  recursos, ¡hay recursos, pues!
 Una economía en provecho propio. Pero Peña Nieto y Vázquez Mota  sólo piensan en Washington, donde Peña se mostró a favor de la presencia  de capital privado en Petróleos Mexicanos, aunque lo prohíba la  Constitución. Y cuando el periodista y escritor Pablo Hiriart Le Bert y  la periodista y comunicadora Ana Paula Ordorica le preguntaron a Vázquez  Mota ¿cómo se había sentido después del debate?, contestó (entre otras  incoherencias): “A ver, aquí vamos a ver qué es lo que tenemos, mira yo  creo que son momentos de sumar […] Y este será el entorno sin duda más  […] Que podíamos vivir allá desde Washington”. Es obvio que en ese  momento no estaba en sus cabales, después explicó que no había dormido  en 48 horas, pero lo preocupante es constatar como tiene a Washington  como punto de referencia. Y ambas caras de la derecha, PRI y PAN,  pretenden continuar con la “alianza estratégica” que no es más que una  “subordinación patética”, como la de Calderón que se reunió el 18 de  enero pasado con el jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por  su sigla en inglés), David Petraeus, con quien acordó la agenda “antinarco”  entre México y Estados Unidos (Reuters). Antes de la reunión se  congregó con todo el gabinete de seguridad: las secretarías de la  Defensa Nacional, Marina, Gobernación, Seguridad Pública, la  Procuraduría General de la República y el Centro de Investigación y  Seguridad Nacional. ¡Qué subordinación de este gobierno a los designios  de Washington! El jefe de la CIA es un funcionario de tercer nivel y  aquí se le trata como máxima autoridad. Eso es inadmisible. Los  mexicanos nos autodeterminamos y nuestra seguridad depende de nosotros;  nadie, ni un jefe de Estado y menos uno de la CIA debe tener acceso a  información y el trato que le dieron aquí, no es un protectorado de  Estados Unidos. Sin embargo ya se están construyendo bases militares (lo  que viola la Constitución) donde intervienen los estadunidenses –como  en Puebla, Chihuahua ¿y dónde más?–. A este respecto López Obrador ha  rechazado explícitamente la alianza militar con Estados Unidos, las  bases militares extranjeras en territorio nacional y el  intervencionismo, al propugnar una relación de respeto entre ambos  países.
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