viernes, 23 de noviembre de 2012

La cuarta guerra de Calderón: el ecocidio


Víctor M. Toledo
 
Este pequeño e inmisericorde aspirante a militar ha dejado un país en ruinas. La causa principal han sido sus guerras. Su guerra contra el narcotráfico, su guerra contra los trabajadores, su guerra contra los pobres y, finalmente, su guerra contra la naturaleza. Su belicismo obedece no solamente a la necesidad de legitimar una presidencia obtenida mediante el fraude electoral, sino a saldar y resolver resortes síquicos profundos ligados con la imagen que mira frente al espejo. Provinciano, mediocre, católico y corrupto, fue calificado por Raúl Vera, obispo de Saltillo, como el más cruel presidente que hemos tenido en México. El que se hizo llamar candidato del empleo envió a 15 millones de mexicanos a la miseria (según la Coneval), aumentó los impuestos, desmanteló sindicatos y restringió sus derechos a los que trabajamos, dedicó solamente 8 por ciento del presupuesto a los programas sociales (según la OCDE), dejó 7 millones de jóvenes sin escuela ni trabajo, y propició la muerte o desaparición de unos 100 mil mexicanos. También hubo impactos de sus decisiones en la dimensión ambiental y ecológica, en lo que fue su cuarta guerra.

Fiel a la doctrina neoliberal y a la maquinaria tecno-económica que la pone en práctica, Calderón terminó apoyando a y apoyándose en los monopolios nacionales y trasnacionales y en el Ejército y las fuerzas de seguridad. ¿Puede un presidente neoliberal pintarse de verde? Imposible. La causa primera y última de la crisis ecológica a toda escala, incluido el cambio climático, ha sido el modelo que busca mercantilizar los procesos naturales, explotar el capital natural. La contradicción fue enmascarada bajo una política doble: por un lado haciendo compromisos retóricos y concesiones irrelevantes mientras se facilitaban los grandes proyectos depredadores de la naturaleza. Como sucede en muchos países, en México la cosmética verde se ha vuelto una práctica común. Corporaciones, empresas, gobiernos y elites científicas se hacen la corte de manera recíproca, se conceden premios, se hacen cómplices, inventan espectáculos, guardan silencio y terminan formando parte de un círculo perverso.

Desde el inicio Calderón aprendió a manejar un discurso pintado de verde, pero su primera acción fue bajarle el presupuesto a la Semarnat en 21 por ciento. En la dimensión internacional estuvo siempre en sintonía con la corriente buscadora de un capitalismo verde, que intenta hacer negocios de cada asunto ecológico. Esto explica por qué organizó la Cumbre Mundial de Negocios para el Medio Ambiente (B4E, por sus siglas en inglés) en octubre de 2010. Lo anterior le permitió obtener el reconocimiento del PNUMA Campeones de la Tierra en 2011, y el Premio Ecología y Medio Ambiente, de la Fundación Miguel Alemán Valdés. Calderón fue no sólo puntual sino destacado en propiciar y facilitar una política ecológicamente destructiva de gran escala en cinco principales frentes.

El primero es el de la minería a cielo abierto. Durante el sexenio se otorgaron concesiones y permisos a casi 200 compañías canadienses, inglesas, estadunidenses, chinas, mexicanas, que se llevan oro, plata, cobre y otros metales prácticamente gratis, afectando y usurpando territorios comunitarios, y contaminando aguas, tierras y aire. Las emisiones tóxicas de la minería constituyen 70 por ciento del total, principalmente plomo, ácido sulfhídrico, cadmio, cromo, níquel y cianuro. Cada gramo de oro o cobre supone además un gasto descomunal de agua. Hoy, las concesiones mineras alcanzan una superficie de más de 50 millones de hectáreas, ¡la cuarta parte del territorio de México! De 2009 a la fecha los proyectos mineros han generado 54 conflictos con las poblaciones locales. Lo que las mineras han extraído en esta década equivale a ¡todo el oro y a la mitad de la plata extraída por la Corona Española en 300 años! El segundo frente tiene que ver con los megaproyectos turísticos, hidráulicos, urbanísticos y comerciales. Éstos afectaron cultivos, fuentes de agua, áreas forestales o manglares o arrecifes coralinos, e inundaron pueblos en al menos ocho estados de la República. El tercer frente es el de la producción de alimentos y otras materias primas. Calderón promulgó una Ley General del Cambio Climático, pero no hizo nada para detener el modelo agroindustrial que produce, a escala global, 28 por ciento de los gases de efecto invernadero. Los monocultivos agrícolas, forestales y ganaderos, orientados a la exportación, basados en agroquímicos, pesticidas, el despilfarro del agua y los altos costos energéticos, fueron objetivo central de la política agropecuaria y forestal de la Sagarpa. Como contraparte fueron mínimos los apoyos para incentivar, favorecer o fortalecer la agroecología dirigida a la soberanía y autosuficiencia alimentarias y a los productores tradicionales, no obstante que México es un país pionero a escala mundial en este campo.

A pesar de sus 35 millones de focos ahorradores, Calderón jamás adoptó una política de transición energética hacia las fuentes renovables. Ello implicaba poner en marcha apoyos sustantivos a la investigación aplicada, apoyos a la pequeña industria mexicana dedicada a generar tecnología, y programas masivos para la reconversión a escala de hogares. Finalmente debe citarse el caso trágico del maíz transgénico que las corporaciones (Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow) intentan desde hace una década introducir en México en complicidad con las oficinas gubernamentales. Frente a ello, la resistencia campesina creció y se expandió por numerosas regiones del país y los científicos demostraron con hechos contundentes que todo el territorio mexicano es centro de origen y diseminación del maíz, además de emblema civilizatorio. Tan sólo en la península de Yucatán, la contaminación genética alcanzaría la producción de miel, donde 25 mil familias de apicultores mayas están amenazadas: su miel se exporta a Europa, donde se exigen productos genéticamente limpios. No tengo espacio para narrar la muerte de decenas de defensores, campesinos, asesores o activistas, que esta guerra también produjo. Sólo en Cherán, 12 comuneros han dado su vida en la defensa de los bosques. También el país tiene mártires ambientales. En unos días la cuarta guerra de Calderón habrá concluido. ¿Quién o quiénes recogerán los escombros?

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