BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER: “CREO EN LA LIBERTAD”
Con
su actitud, parece decir: “Soy mucho más que la esposa de López
Obrador”. En Viejo siglo nuevo (Planeta, 2012), su segunda novela, la
escritora habla de la vida, las creencias y la muerte de Madero
La
escritora al ser entrevistada bajo la lente de Antonio Cruz Aunque no es
cortante, ni mucho menos grosera, en un primer momento Beatriz
Gutiérrez Müller es seca. Sonríe poco y se le siente tensa. Va vestida
de negro. Discreta pero elegante, como la describieron las revistas de
sociales y de moda durante la campaña presidencial. Su cabello rubio
está recogido a la mitad de la cabeza, por la parte de atrás.
Al final
de esta conversación con Sin Embargo MX, Beatriz dirá que no le gustan
nada las entrevistas, que la hacen sentir incómoda. Pero en este momento
parecería que es quizá su ascendencia alemana lo que sale a relucir en
su trato, demasiado reservado; o que quizá simplemente está cansada de
que los periodistas la entrevisten por su nuevo libro Viejo siglo nuevo
(Planeta, 2012), y sólo le pregunten por su esposo, Andrés Manuel López
Obrador.
Hija de Nora Beatriz Müller Bentjerodt, chilena de ascendencia
alemana, y del mexicano Juan Gutiérrez Canet (quien falleció en Morelia,
Michoacán, el 14 de febrero pasado), Beatriz es licenciada en
Comunicación por la Universidad Iberoamericana de Puebla, maestra en
Literatura Iberoamericana, por la misma escuela, y candidata al
doctorado en Teoría Literaria.
Además de escribir cuentos y crónicas,
casi siempre con temas históricos o filosóficos, como Un día de noche,
Historia de un concilio y otros cuentos, Manuscrito de secretos y Filipo
o Giordano Bruno, ejerció durante algunos años el Periodismo.
Su primer
novela fue Larga vida al sol (Planeta, 2011).
Así que, sí, es muy
probable que su actitud este medio día soleado de noviembre sea una
suerte de escudo, de defensa, como queriendo decir: “Hey, acabo de
publicar mi segunda novela; soy más que sólo la esposa de AMLO”.
ME
VOLVÍ MADERISTA DE HUESO COLORADO
Y puede que tenga razón, porque al
poco tiempo de hablar con ella es fácil darse cuenta de que se trata de
una mujer que conoce a fondo y a la que le apasiona el tema de su libro:
la Decena Trágica y la muerte de Madero: “No es que un día amaneces y
dices: hoy voy a comenzar a escribir sobre ciertas cosas.
Yo pienso que
tú vas creando en tu mente historias, muchas historias a lo largo de
muchos años, y un día cuajan. Hay muchas historias que se van
escribiendo, y lo que hace falta es ponerse a trabajar y darles cuerpo.
Y
originalmente el papel de Madero era menos protagónico. Se iba a contar
la Decena Trágica a partir de otros grupos y otras expresiones que no
se cuentan normalmente. Y Madero se fue ganando su propio lugar. Y eso
me dio mucho gusto porque una de mis luchas como escritora ha sido no
ser una tirana con los personajes y hacerles decir lo que yo quiero,
como ocurre muy a menudo en la Literatura contemporánea. Entonces Madero
se ganó su lugar a pulso y pude, quizá, ser un mínimo vehículo que le
diera voz a un personaje que todavía tiene mucho que decirnos”.
¿Acaso
hay una intención de comparar a esta figura de la Revolución mexicana
con su marido, Andrés Manuel López Obrador? Beatriz se niega a hablar de
ello, pero el Madero que describe en Viejo siglo nuevo es un ser
incorruptible, firme con sus convicciones; un hombre, ante todo,
espiritual:
“Yo conocía de Madero lo que pueda saber cualquier persona
medianamente informada sobre la Historia de México. Y conocerlo me
impresionó mucho. Me convertí en una maderista sin duda y de hueso
colorado, porque Madero es alguien casi impoluto en el mundo de la
política, de cualquier época. La historia del político que tiene que
matar para llegar al poder como ocurrió mucho en la Postrevolución,
Madero no la encarna. Madero es alguien que, creo a pie juntillas, que
debió haberse dedicado a otra cosa: a la evangelización, a la vida
monacal, la purificación de las almas. Él estaba en contra de ello; optó
por la vida política, por la participación política y democrática, y
legal también, porque también pudo dedicarse a la ilegal. Bueno, al
final lo hace porque llama a una Revolución.
Me conmovió mucho; alguien
que dedicó toda su vida, hasta su fortuna personal, su prestigio, su
prosapia, su alcurnia, toda la puso para un mejor país.
Para la historia
nacional, en donde hemos tenido más bien asesinos, corruptos, vende
patrias y demás, alguien como Madero es una especie de paraíso de
gobierno”. -
Hay un rasgo de Madero que tú describes en la novela, y del
que poco se sabe, que es el de su afición por el espiritismo. ¿Cómo te
encontraste con esto en tu investigación?
- Madero espiritista es antes
de Madero demócrata, Madero justiciero, Madero revolucionario, Madero
Presidente. Y no te puedes explicar a Madero sin pasar por el
espiritismo.
Eso me sorprendió mucho. Porque yo hubiese pensado que los
mentores de Madero eran los grandes revolucionarios de la Revolución
francesa del XVIII, o a la mejor los pensadores… Y no, resulta que su
gran influencia es Allan Kardec, el fundador del espiritismo.
Entonces,
si éste es el motivo de que Madero incursione en política y demás, el
espiritismo, poniendo aparte el asunto de hablar con los muertos,
quitemos eso, que a mucha gente le causa prurito y piensa que es una
cosa mala, o de herejía, o yo no se que… Lo ponemos aparte y empiezas a
descubrir en el espiritismo una corriente de pensamiento
fundamentalmente libertaria. Si hay algo que el espiritismo pone por
delante de todo pensamiento en la época en la que Kardec hace sus
planteamientos, es la libertad del hombre.
Fíjate cómo Madero asocia la
libertad del hombre espiritista o kardequiana con el pensamiento
democrático. ¡Ah! Pues entonces no podemos estar gobernados por tiranos,
ni por déspotas. La libertad del hombre es hasta para poner a sus
propias autoridades, que es un principio, por lo demás, muy de la
Revolución francesa, la libertad. Y de ahí vienen la igualdad y la
fraternidad.
Él mismo escribió sus antecedentes espiritistas, sus
propias sesiones con los espíritus con los que hablaba. No me las
inventé. Claro, hay una parte ficcional y recreativa, pero tenemos la
fortuna de contar con el propio testimonio del autor sobre esos
contactos que tenía, y cómo estos espíritus, fundamentalmente dos de sus
hermanos que fallecieron pequeños, Raúl y José, le fueron dictando
cosas.
Por ejemplo, la sucesión presidencial ocurre porque los espíritus
comienzan a decirle la importancia que tiene escribir y dejar sentado
por escrito sus ideas sobre la democracia. Y hasta le recomiendan
casarse con Sara. “Ya la tienes ahí, mano, ya deja el vicio, ya no
bebas, levántate a tales horas.
Muchos miembros de su propia familia
hicieron caso omiso a estas ideologías maderistas porque las
consideraron una charada. A los historiadores no les ha gustado mucho
tampoco descubrir en Madero a un Madero espiritista, homeópata,
vegetariano, célibe. Tendemos a construir al prócer como alguien que
tiene otra visión doctrinal más de tipo social, político, no de esa
índole, espiritual.
- Igual de sorprendente fue, al menos para mí,
encontrar su admiración por Benito Juárez…
- Claro, porque Juárez era
también muy religioso. Lo que pasa es que Juárez cuando se enfunde de
Presidente, deja la religión por la paz, y Madero andaba en las mismas.
Le tenía una admiración muy grande.
Y además, como dice Madero, y lo
dejó por escrito, Juárez no era ni anti religioso ni anti clerical;
Madero tampoco. Madero es el primero que permite la llegada de judíos a
México, en 1912. Y como era masón también, les presta un lugar de
reunión de los masones por aquí en una colonia céntrica, no sé si la
Doctores o la Juárez, para que los primeros judíos que llegan a México
se puedan reunir ahí y tener sus ritos.
Madero era una persona muy, pero
muy tolerante en ese aspecto de las creencias. Y a los revolucionarios
se les asocia con el anticlericalismo, y es el iniciador de la
Revolución; imagínate que interesante fenómeno.
“CREO EN LA LIBERTAD”
-
Has dicho que, a excepción de contados ejemplos, entre ellos Madero,
hemos tenido puros gobernantes corruptos. ¿La corrupción está en
nuestros genes de mexicanos o qué sucede?
- Pues espero que no… (Mueve
la cabeza con energía). “No, no, no. Espero que no. Yo creo que es
condición humana, y además, como dice el dicho: el dinero que más rápido
se gasta es el ajeno. Entonces si el poder está asociado a la
corrupción, no creo que sea condición genética, es también una cuestión
histórica.
La burocracia, por ejemplo, también es producto de 300 años
de colonialismo. Yo no sé si los aztecas y los mayas eran tan corruptos
como los españoles en La Conquista. Pero sí sé que desde que somos un
país independiente, la constante ha sido Presidentes y gobiernos
asesinos, corruptos, malos gobernantes, por lo común. Y ha habido
destellos maravillosos con tipos como Benito Juárez, Madero sin duda,
Lázaro Cárdenas, que ojalá se dieran con más frecuencia también.
Personas más decencia para gobernar. Y que no se nos haga cotidiano
encontrar que ya robaron aquí… Que fuese algo hasta místico ser un
servidor público verdaderamente con ética.
Yo creo que, aunque sea de
vez en cuando pero que aparezcan políticos honrados…
- Y que los dejen
llegar… (Apunto, pensando también en López Obrador, pero Beatriz no da
su brazo a torcer y vuelve al tema de Madero)
- Y que los dejen llegar y
que no los maten, como a Madero. Porque pueden llegar y los matan. Lo
que le pasó a tantos, no sólo en México, sino a tantos personajes en
América Latina. Estaba pensando en este momento en Eliecer Gaitán, de
Colombia, que lo mataron. Prácticamente era un candidato electo.
Salvador Allende… Mucha gente.
- Sin embargo ha habido ejemplos en
América Latina de que se puede tener otra opción de gobierno: Lula da
Silva, Cristina Fernández, Evo Morales… (Una vez más, de manera tajante,
Beatriz Gutiérrez Müller se niega a hablar de política con nombres y
apellidos)
- No conozco para opinar. Pero mientras haya democracia, que
es lo menos malo como forma de gobierno… Pero democracia real, no de
Constitución y de Ley Electoral; esa está muy bonita. Democracia real,
en la práctica, pues que gane el que sea.
Yo en eso también soy muy
maderista: Madero no estaba a favor de un régimen de un corte económico,
por ejemplo. Tiene una disputa muy interesante con los Flores Magón
acerca del socialismo.
Porque yo sí creo que lo primero en el hombre no
es un tipo de gobierno, sino el ejercicio de su libertad. Y hoy nos
parece bien la democracia pero a la mejor dentro de 100 años alguien
inventa un sistema mejor de convivencia comunitaria y nos vamos hacia
eso que se invente.
Las doctrinas van y vienen, y en un tiempo la
monarquía era lo mejor. En otro tiempo fue la dictadura, como en el
siglo XX muchos países europeos. En otro tiempo fue, ¿qué te gusta? El
Senado romano. Todo, en su momento ha funcionado. Pero creo que lo que
tiene que funcionar, antes que un sistema de gobierno es la libertad del
hombre al servicio de la justicia, de la paz, del amor, y de valores
que ya no se encuentran así muy seguido.
- ¿Se ha confundido la noción
de liberalismo con la de liberalismo económico?
- Un neoliberalismo de
hace 20 o 30 años en América Latina no tiene nada que ver con el
liberalismo. Es una libertad de mercado, y la libertad del hombre a
condición de la libertad de mercado. Se producen esclavos como
empleados, esclavos modernos.
LA COCINA Y LAS PALABRAS
Después de casi
40 minutos de conversación, Beatriz se ha ido relajando. Quizá no hasta
el punto de sentirse cómoda con la entrevista, pero ahora su semblante
se ve más suave. Con la luz del medio día que le da del lado izquierdo,
sus ojos claros parecen serenos. Es poco lo que sabe de ella que no
tenga que ver con su esposo o con su oficio de escritora. Casi siempre
se ha mantenido lejos del ojo público.
- ¿Qué haces en tus ratos libres?
-
Me encanta cocinar, muchísimo… (Parece que sólo pensar en esto la
hace sonreír. Se le ilumina toda la cara). Ratos libres no tengo muchos,
pero cuando los tengo, así como para decir, ahora estoy sola, y voy a
hacer tal cosa: me gusta mucho cocinar, y me gusta sentarme a escuchar
música…
Y otra cosa que me gusta que hace mucho tiempo que no hago, o no
hago con la frecuencia que me gustaría, es leer poesía en voz alta. No
es lo mismo leerla en silencio que leerla en voz alta. Es muy bonito.
Después de una apresurada sesión de fotos, en la que Beatriz no paraba
de reír, quizá un poco de nervios, se despidió con un poco de prisa.
Seguramente el pequeño Jesús Ernesto, el hijo que tuvo con Andrés Manuel
López Obrador el 23 de abril de 2007, y que acompañó con paciencia a
sus padres a varios mítines y actos de campaña hace sólo unos cuantos
meses, la esperaba en casa.
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