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Julio Hernández López
La salida de prisión de
Florence Cassez constituye un seco golpe político a la dupla FC-GGL
responsable de haberla mantenido en prisión y de crear un grave
conflicto con Francia (pareja presuntamente delictiva que debería
responder de sus hechuras catastróficas), exhibe la sumisión de parte de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación (que es capaz de adaptar sus
criterios y resoluciones a los cambiantes vientos provenientes de Los
Pinos, incluso a última hora, como sucedió ayer con Olga Sánchez
Cordero), deja a una presunta secuestradora sin posibilidad de precisar
su verdadera responsabilidad (no hay constancia de inocencia; sólo de
que no tuvo un debido proceso), genera en víctimas de la banda Los Zodiaco la convicción de que en México no hay respeto para los mexicanos (
México es una porquería de país, dijo Ezequiel Elizalde, uno de los privados de libertad) y desnuda cabalmente la fragilidad de los aparatos nacionales de procuración e impartición de eso llamado justicia.
Lo sucedido ayer en la Corte provoca en muchos ciudadanos un mayor
desánimo respecto a las posibilidades de restauración institucional y
confirma la percepción de que la vuelta del PRI al poder está
reinstalando peligrosos métodos para defender e imponer sus intereses,
con un Enrique Peña Nieto que a fin de cuentas es el gran ganador del
episodio Cassez, entre otras cosas porque a partir de la inducción del
desenlace judicial de ayer podrá realizar fluidamente la gira por
Francia que de antemano se había considerado, ostentándose como un
paladín de la justicia, como el héroe trasatlántico que fue capaz de
manipular y dominar al Poder Judicial mexicano para satisfacer las
exigencias hechas por Nicolás Sarkozy y continuadas por François
Hollande.
El politraumatismo institucional no se produjo solamente en los
terrenos internacionales. Como va siendo marca de la casa (una casa
fundada en 1982, con Miguel de la Madrid, y consolidada en 1988, con
Carlos Salinas de Gortari), las llamaradas mediáticas del expediente
Cassez fueron aprovechadas para despachar con la menor atención posible
un tema de interés central para el peñanietismo que ya sueña con coronas
de oliva instaladas en París. De alguna manera puede decirse que hubo
otro montaje y otro secuestro.
Para empezar, se empalmaron los dos temas, concentrando los
reflectores de manera natural en el de la francesa a la que las ansias
fabuladoras de Genaro García Luna salvaron de juzgar a fondo su relación
con una banda de secuestradores. Mientras transcurría el episodio final
de la telenovela gala, en el Instituto Federal Electoral se cumplía con
el trámite de cerrar en lo fundamental los expedientes acusatorios
contra el PRI y Enrique Peña Nieto por el uso excesivo y abusivo de
dinero de origen desconocido en la compra de las elecciones del año
pasado.
El montaje
justicieroha secuestrado nuevamente la voluntad popular y ha liberado de culpa a quienes violentaron las reglas electorales para hacerse de un poder público desde el que hoy resulta una broma absoluta el imponerles multas (ayer se había establecido ya un poco más de un millón de pesos, entre el PRI y el Verde Ecologista, aunque la suma podrá aumentar en los próximos días a la luz de otras irregularidades graves que habrán de ser lavadas con dinero). ¡Al lobo francés, al lobo francés!, gritaban los guionistas gubernamentales, mientras se escabullía el priísmo-peñista con su constancia de cosa juzgada respecto a las operaciones mercantiles de 2012. De García Luna Productions a Dino Productions.
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