Por Ricardo Andrade Jardí
Los absurdos de la estupidez desideológica han llegado al extremo, en el caso de los pobres “Chuchos”, de intentar destruir el movimiento de resistencia civil. El cual ha nacido y se ha desarrollado enormemente gracias a la distancia que cientos de miles de ciudadanos han sabido hacer de los partidos políticos, convertidos en abrevaderos de corruptos y traidores que en las últimas dos décadas no han sido más que las comparsas necesarias para justificar la miseria en nombre de una “democracia” que es todo menos eso: democracia. Que nadie se equivoque. Basta ver a Jesús Ortega o peor aún a la legisladora perredista, que asume como gobernada por un pato, es decir, a Ruth Zavaleta, para que miles de personas que han entregado un máximo esfuerzo, de su tiempo y de su vida cotidiana, a defender una idea, a defender una causa que como es evidente nada tiene que ver ni con los intereses y menos aún con las causas de Nueva “Izquierda” que están más relacionados con el enajenado confort de Washington y las ofertas del anhelado “consumo de vida americano” de la transnacional “Democracia Corporation S.A.”, del que hasta “aspiran” a ser accionistas, “algún día”,
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