sábado, 13 de diciembre de 2008

Desfiladero

Jaime Avilés

■ El asesinato del comandante Moneda, golpe artero al Proyecto Alternativo de Nación

Al morir abatido a balazos el lunes a medianoche frente a su domicilio, el comandante Víctor Hugo Moneda Rangel tenía 51 años. Nacido en Peralvillo, se había forjado a golpes en la vía pública. Conocía desde niño los territorios de la delincuencia en Tepito. Era hijo de la violencia urbana y cuando alcanzó la edad de la razón optó por combatirla. A los 30 años se hizo agente de la Policía Judicial de la ciudad de México. Quedó adscrito, por supuesto, a la zona donde había crecido. No le resultó fácil ni mucho menos. Una década después entró en Alcohólicos Anónimos para salvarse del veneno que había elegido contra la angustia. Desde entonces dejó de beber.

Era gladiador y estratega, esposo atento y padre didáctico. Pero ante todo era un policía honesto. Era ese personaje sin el cual, según Raymond Chandler, no existirían las novelas policiacas: el idealista valiente, desinteresado y generoso que representa la ley y la justicia y defiende con su propia vida los valores más altos de la comunidad. O dicho de otro modo, era lo que de acuerdo con la cultura popular no existe en México (tan es así que para cultivar el género de la novela negra, Paco Ignacio Taibo II inventó a Belascoarán Shayne, detective mitad vasco, mitad irlandés).
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