martes, 9 de diciembre de 2008

Discurso de Lucía Moret ante el Consejo Universitario de la UNAM



México, D.F. a 8 de diciembre de 2008.

A 40 años del movimiento estudiantil del 68.

Atacan a la Universidad porque discrepamos. 

Viva la discrepancia que es el espíritu de la universidad. 

Viva la discrepancia que es lo mejor para servir.

Javier Barros Sierra.

Buenos días, integrantes del Consejo y compañeros universitarios. 

La alegría enorme de estar hoy con ustedes tiene una estrecha relación con la solidaridad, esa capacidad crítica que rompe con moldes individualistas y permite brindar desinteresadamente lo que está a nuestro alcance para apoyar a otros hombres y mujeres; causas ciertas y sus razones, con las cuales nos identificamos en sentimientos y capacidades como la dignidad y la honestidad, cuyo valor radica precisamente en su sencillez. Así entendida, no podría continuar sin manifestarle mi solidaridad al director de la Facultad de Filosofía y Letras, Dr. Ambrosio Velasco Gómez, en un momento tan triste, por la irreparable pérdida que acaba de sufrir. De él he recibido grandes lecciones de humanismo.

Enseguida, debo hacer mención de lo importante que fue saber que no estaba sola en los momentos más agobiantes de una situación que ustedes conocen y en la cual no quiero abundar. Para mí fue muy valioso conocer que desde la UNAM, se condenaba la masacre.  

Basta con precisar que luego de sobrevivir a acontecimientos terribles, actos viles e infames y de sufrir la injusta e irreparable pérdida de cuatro amigos y compañeros; con heridas físicas y emocionales despiadadamente abiertas, fue invaluable el apoyo que representó para mí la expresión decidida y valiente de la Universidad en su conjunto, del rector, Dr. José Narro Robles, del director de mi facultad, de los académicos, de los trabajadores y los estudiantes, quienes de inmediato emprendieron acciones de solidaridad.

Hoy, gracias al apoyo de la comunidad universitaria, de legisladores que han asumido tan dignamente su labor, como la senadora Rosario Ibarra de Piedra, y de muchos sectores de la sociedad, gracias a la intensa campaña de solidaridad que se realizó por mi retorno a la patria, he decidido poner fin a un injusto exilio, para recuperar mi vida personal, familiar, académica y enfrentar los procesos jurídicos que, sin fundamentos ni razones de derecho pesan en contra mía y de otros universitarios.  

Es menester, compañeros, expresarles junto a mi gratitud, el orgullo de ser integrante de una comunidad que hace honor a su carácter universitario al no permitir que se limite la libertad de pensamiento, la investigación in situ, el contacto con los procesos sociales vivos o la expresión de nuestras convicciones políticas. 

Desde Nicaragua, enfrenté y aún enfrento una campaña que desde los medios de comunicación se orquestó en contra de quienes fuimos víctimas del terrorismo de Estado. Además, he tenido que responder a los procesos penales que absurdamente se establecieron con el ánimo de proteger a los responsables de los crímenes de lesa humanidad y de criminalizar nuestro derecho a ser críticos.

Asimismo, he estado al tanto de las acciones porriles que se han dado dentro del campus universitario, de las amenazas, agresiones y persecución a estudiantes, así como de los casos de compañeros universitarios injustamente presos, que enfrentan condenas arbitrarias y desproporcionadas.

Se hace necesario, entonces, defender nuestra Máxima Casa de Estudios y a nuestros compañeros universitarios para que sigamos cumpliendo en ella el objetivo de conocer el mundo para transformarlo. La Universidad ha recibido absurdos ataques, cuando lo que ésta requiere es mayor apoyo para cumplir con sus tareas y compromisos con la sociedad.

Por último, solicito de este Consejo un pronunciamiento ante las autoridades correspondientes para que se decrete el no ejercicio de la acción penal de procesos que significan una amenaza para mi seguridad y mi libertad y la de otros compañeros. Asimismo, los invito a realizar el homenaje que merecen los universitarios Juan González, Verónica Velásquez y Fernando Franco, así como nuestro compañero politécnico Soren Avilés.

Atentamente

Lucía Andrea Morett Álvarez