martes, 12 de mayo de 2009

Calderón: derroches, placeres y buena vida

DANIEL LIZáRRAGA

En una suerte de ritual de traspaso de potestades para ejercer la opacidad, y muy probablemente la corrupción, el último de los mandatarios del PRI, Ernesto Zedillo, donó al primer presidente panista, Vicente Fox, más de 24 millones de pesos en un fideicomiso privado, fondos cuyo destino se desconoce hasta ahora. En una réplica casi de espejo, Felipe Calderón tuvo a su disposición 130 millones de pesos, que gastó en banquetes, edecanes, estudios de imagen… Estos hechos son exhibidos en el libro La corrupción azul, trabajo de investigación con el cual su autor, Daniel Lizárraga, reportero de Proceso, ganó el Premio Debate organizado por Random House Mondadori. Con la autorización de esta casa editorial y del autor reproducimos aquí el capítulo titulado Derroches, placeres y buena vida.

Cuando Felipe Calderón abrió los ojos la mañana del 6 de sep­tiembre de 2007, en su casa del barrio de las Águilas, estaba exhausto… y feliz. Durante dos años, como un robalo nadó siem­pre contra la corriente para ganar la presidencia. Pero ese día, antes de que saltara de la cama, las cosas habían cambiado tan drásticamente que su equipo de colaboradores no se daba abasto para atender las peticiones de audiencias. En la lista querían estar todos: obispos piadosos, dueños de los medios de comunicación cazando publicidad, panistas arrepentidos, priístas desbalagados, músicos solidarios, empresarios buscando contratos y funciona­rios amenazados por el desempleo.
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