lunes, 29 de junio de 2009

El regreso de Dios

Hermann Bellinghausen

Qué pronto nos hemos acostumbrado los mexicanos a que el presidente de la República pronuncie el nombre de Dios en vano. Digo en vano, porque resulta inútil cada vez que lo hace. ¿Qué no era ilegal, además? Como predicador al menos, nadie lo toma en serio, ni siquiera sus "creyentes", que los tiene, sobre todo en el PAN.

La expedita conclusión forense presidencial de que por su vida disipada a Michael Jackson lo castigó Diosito, debería preocuparnos. Su aparente ingenuidad lo muestra irresponsable. Pero más grave es la naturalidad y normalidad con que Dios (y no cualquiera, el católico, poderosísimo, en términos materiales, y extraterritorial, como ninguno) aparece en las alocuciones y acciones de los nuevos funcionarios nacionales y estatales
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