Muy pronto las políticas anticíclicas anunciadas con bombo y platillo para enfrentar la recesión económica pasaron a mejor vida. Fueron arrojadas al baúl de las buenas intenciones (de qué otra cosa está pavimentado el camino al infierno), pues para 2010 se decidió enfrentar la crisis con la lógica del abarrotero. Ante la falta de recursos para compensar los gastos, el gobierno se inclinó por la receta fácil e introdujo una disyuntiva en el Congreso: aumentar los impuestos a los contribuyentes que ya son cautivos e introducir subrepticiamente el IVA a alimentos y medicinas diciendo que lo ahí recaudado se destinaría al combate a la pobreza. La Cámara de Diputados le enmendó la plana a la propuesta oficial muy superficialmente, pues en el fondo asumió el mismo razonamiento. Con la decisión de aumentar el IVA a 16%, el ISR de 28 a 30% y gravar internet, los diputados demostraron que son de corta memoria.
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