15 octubre 2009
Aplausos a rabiar y sonrisas complacientes (imagino porque no lo ví, pero escuché los serviles vítores al pequeño fürer), el tono solemne del impostor en la silla presidencial de una gran nación venida a menos por... ¿qué?
Un júbilo como si se estuviera defendiendo el patrimonio nacional de acechanzas extranjeras, como si se recuperase un tesoro nacional en manos ajenas... lo opuesto totalmente.
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