miércoles, 3 de febrero de 2010

Habermas en Twitter

Raúl Trejo Delarbre

February 3, 2010

(La matanza del domingo en Ciudad Juárez es tan pavorosa que la gran mayoría reacciona con estupefacciones, lugares comunes, condenas catárticas y, desde el flanco de los funcionarios, con declaraciones trilladas que oscurecen aún más ese episodio. Dejamos el comentario de ese tema para una próxima ocasión).

Finalmente resultó que era falso, pero mientras se esclarecía su identidad 6264 personas se anotaron como seguidores de una presunta cuenta del filósofo alemán Jürgen Habermas en Twitter. Varias veces por semana, durante tres meses, el autor de ese espacio apócrifo colocó breves extractos de un ensayo del autor de Historia y crítica de la opinión pública.

El engaño, quizá inicialmente no intencional, comenzó en noviembre pasado. Pocos usuarios de Twitter advirtieron que había mensajes colocados por un tal “JHabermas” hasta que, a mediados de enero, los interesados en esos textos aumentaron por centenares. La seducción que ejercía la posibilidad de que Habermas, tan reacio a la publicidad, estuviera poniendo a circular pequeñas dosis de su pensamiento en Internet, llevó a muchos estudiantes y profesores de filosofía a suscribirse a esa cuenta de Twitter. Incluso, hubo estudiosos de la obra de Habermas que quisieron encontrar en esa presunta incursión cibernética del filósofo una confirmación de sus lecturas de algunos de los párrafos más crípticos de ese autor.

Finalmente, a comienzos de esta semana, el periodista Jonathan Stray le llamó por teléfono al autor de Teoría de la acción comunicativa y confirmó que los envíos de Twitter no eran de Habermas. El filósofo, que cumplió 80 años en junio pasado, ya estaba enterado de esa suplantación y respondió: “No, no, no. Es alguien más. Están mal empleando mi nombre”.

Habermas añadió: “Mi correo electrónico no está disponible al público”. Como saben sus usuarios, Twitter no es un servicio de correo electrónico. Así que al venerable filósofo alemán ni siquiera le ha interesado enterarse de qué se trata.

Solamente con mucho voluntarismo se pudo haber creído que los mensajes en Twitter eran de Jürgen Habermas. Quienes conocen la obra de ese autor están al tanto de la densidad, a veces incluso adyacente con la confusión, que hay en sus escritos y categorías más conocidos. Se trata de un pensador, por añadidura alemán, proclive a la explicación densa y extensa: todo lo contrario a los 140 caracteres que, como máximo, se pueden escribir en un mensaje de Twitter.

La deliberación racional como elemento constitutivo de la esfera pública, que es una de las ideas clave en el pensamiento de Habermas, sólo ocasionalmente se realiza en Internet. Abierta a contenidos de toda índole, dominada más por las trivialidades que por la reflexión, la Red de redes ha sido poco propicia para ese intercambio de razones. Algunos estudiosos, como el profesor Peter Levine, de la Universidad de Tufts, en Massachusetts, se han referido a Twitter para ejemplificar la idea de esfera pública propalada por Habermas. Pero el mismo Habermas ha expresado desconfianza acerca de las capacidades de Internet.

En un discurso que ofreció en 2006 al recibir un premio en Viena, Habermas manifestó: “El uso de Internet, ha ampliado y fragmentado, al mismo tiempo, los contextos de la comunicación. A eso se debe que Internet pueda tener un efecto subversivo en la vida intelectual dentro de regímenes autoritarios. Pero a la vez la vinculación cada vez menos formal, la reticulación horizontal de los canales de comunicación, debilita los logros de los medios tradicionales. Esto enfoca la atención de un público anónimo y disperso en asuntos y en información específicos, permitiéndole a los ciudadanos concentrarse en los mismos temas críticamente filtrados y en las piezas periodísticas en cualquier momento. El precio que pagamos por el crecimiento del igualitarismo ofrecido por Internet es el acceso descentralizado a historias no editadas. En este medio, las contribuciones de los intelectuales pierden su capacidad para enfocar un discurso”. (Ese fragmento de Habermas es comentado en un ensayo acerca de Internet como expresión y extensión del espacio público).

Así que, de haberse reconvertido en twittero, Habermas habría rectificado sus, por lo demás, atendibles reparos acerca de las limitaciones de Internet.

El anónimo suplantador que durante varias semanas les hizo suponer a varios miles que se trataba del filósofo alemán, colocó la noche del lunes (tiempo de México) dos últimos mensajes. Uno, dirigido a sus lectores, solicita: “Discúlpenme por hacerles creer (al menos a algunos de ustedes) que era Habermas”. El otro, para el autor suplantado: “Y finalmente, aunque no al último, por favor, prof. Habermas, discúlpeme por hacer que algunos le llamaran sólo para verificar”.

En todo caso más de 6 mil personas quisieron recibir, aunque fuera dosificados en un par de líneas o quizá por eso, pensamientos que creyeron eran de Juergen Habermas. En Twitter, como en el resto de Internet, hay de todo. También hay apetito por las ideas.

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