miércoles, 10 de marzo de 2010

Peña Nieto, alianza ilegal

Jenaro Villamil


MÉXICO, D.F., 9 de marzo (apro).- A Enrique Peña Nieto le gusta firmar todo, aunque sean documentos clandestinos. Firmó los cheques de la administración de Arturo Montiel, especializada en corromper a opositores, empresarios y colaboradores. Firmó con TV Promo, empresa intermediaria de Televisa, un contrato multimillonario para que desde 2005 a la fecha lo llevaran a la Presidencia de la República, a costa de comprar con dinero del erario, sin fiscalización, más de 3 mil millones de pesos en espots, entrevistas a modo y hasta noviazgos tele-producidos.

En octubre de 2009, sagaz como suelen ser los Golden Boys, Peña Nieto le ordenó a su secretario de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, que firmara como “testigo de honor” en las oficinas de Bucareli, donde despacha aún Fernando Gómez Mont, un documento en el cual se comprometen los dirigentes nacionales del PAN, César Nava, y del PRI, Beatriz Paredes, a no realizar alianzas electorales en el 2011 que despeinaran al copete más caro del país y que le permitieran a la dinastía política que encabeza continuar gobernando el Estado de México como si fuera un casino Caliente.

Tres de las seis cláusulas del ahora multicitado “convenio de colaboración” constituyen una verdadera joya de la infamia política contemporánea:

“Tercera. Cada una de las partes se obliga a no utilizar la descalificación personal como herramienta para demeritar (sic) la imagen de su contraparte ante la opinión pública.”
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Martínez Garrigós: la prepotencia priista

Javier Sicilia

Para Carlos Montemayor, siempre en el corazón.

MÉXICO, D.F., 9 de marzo.- La mala gestión de los gobiernos panistas ha recibido de una parte de la ciudadanía –la que aún sigue creyendo en la viabilidad de los partidos políticos como una expresión de la democracia– un voto de castigo que no sólo ha devuelto el poder al PRI en algunos estados, sino que amenaza con llevarlo de nuevo a la Presidencia.

Lo patético de esta realidad –hija del alzheimer social– no es sólo la vuelta al poder de la escoria que creíamos haber dejado en el pasado, sino que los priistas creen que su retorno se debe a sus planteamientos políticos y no –frente a la incapacidad de todos los partidos de formular un lenguaje y un proyecto verdaderamente político– a un simple castigo.

Esa ceguera tiene su referente en la reciente llegada al poder al municipio de Cuernavaca del priista Manuel Martínez Garrigós.
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