sábado, 28 de agosto de 2010

El Estado Laico y sus Malquerientes...


Cartón de Mumo para Del Caos al Cosmos

En las grandes zonas del país que retiene la derecha (no tan distinguible de la ultraderecha) se expresa -con ira a veces armada- el rechazo a la libertad de creencias, con frecuencia, a través de los linchamientos. Amparada en la Moral (nunca definida), los tradicionalistas niegan las realidades del instinto, y a nombre de la "identidad nacional" impugnan la libertad de creencias. Si han perdido en las guerras de Reforma la batalla jurídica y política y si no dominan la ciudad de México, aún sojuzgan la mayoría del país y en el país entero detentan la educación de la clase en el poder.

(...)

El razonamiento es simple: al pueblo de México lo ha constituido históricamente la creencia guadalupana, y el que no es guadalupano renuncia a la sustancia patriótica.

De "El Estado Laico y Sus Malquerientes, por Carlos Monsiváis

El descrédito cabalga entre todos los mexicanos y ya ni la Iglesia convence con sus argumentos y gritos desaforados de algunos obispos bocones; al contrario, cada vez pierde más creyentes.
Octavio Rodríguez Araujo, La Jornada

El episodio se suma a una larga cadena de ataques que tienen en la mira un objetivo central: doblegar al Estado laico hasta convertirlo en una institución funcional a los intereses de la Iglesia católica. Persiste el rechazo a la modernidad tal y como se expresa en la doctrina constitucional mexicana y, en especial, en la Carta Magna de 1917, aunque ya no se busque desconocer formalmente la separación de Iglesia y Estado, demonizando al laicismo, sino, más bien, reinterpretar el papel del catolicismo en la sociedad mexicana, garantizándole una suerte de hegemonía sobre la moral pública que, en definitiva, no se aleja demasiado de la vieja visión del Estado confesional, pero sí le impide articularse con las aspiraciones de la secularizada sociedad del siglo XXI. Ya no exigen que el catolicismo sea la religión de Estado, pero no aceptan que el laicismo deba proteger por igual las creencias de todos los ciudadanos, sin confundir la moral pública con los valores de una confesión en particular, por importante que sea el número de sus fieles seguidores. Quieren, por tanto, que el Estado promueva en los espacios educativos y garantice en los medios públicos la enseñanza de las religiones y, sin decirlo, convierta a tales instituciones, la Iglesia católica en especial, en una suerte de sujeto político no obligado a responder por sus actuaciones. Eso es lo que está en el fondo de los arrebatos del cardenal y en las fobias de otros ministros del culto que se han sumado para defender, según ellos, la libertad de expresión.
(...)
La supuesta debilidad del gobierno, como se comprueba en este y otros lamentables casos, es el fruto de su connivencia con los intereses que debería regular, el resultado de un compromiso histórico con los poderes fácticos que en definitiva marcan el ritmo a la autoridad. La sociedad mexicana ha dado pruebas de que ha cambiado, la secularización prosigue y cada vez son menos los ciudadanos dispuestos a aceptar las consignas de la derecha, pero la jerarquía, asociada a los grupos de poder político y económico más conservadores, incluyendo los que actúan en el gobierno, no pierden la esperanza de revertir los fundamentos del Estado laico. Ese es el objetivo del cardenal Sandoval.

Adolfo Sánchez Rebolledo, La Jornada

No será en el terreno de la picardía, el doble sentido o la fanfarronería donde un jefe de Gobierno capitalino, que hasta ayer había sido totalmente firme y serio en la mayor apuesta ideológica de su vida, le pueda ganar a un escurridizo y taimado cardenal tapatío. Se ha equivocado Marcelo Ebrard al rebajar el profundo debate hasta hoy sostenido en materia de relaciones Iglesia-Estado y llevarlo a escenarios ovoides, de machismo de palenque y provocación torpe. Justamente lo que menos necesitan hoy los personajes identificados genéricamente con la izquierda es la trivialización de sus litigios, pues sus adversarios están naturalmente prestos a ridiculizar esos declives y sustituir la esencia de la discusión pública por el detalle chusco o el desliz vergonzoso.

Julio Hernández López, La Jornada

Coincido aquí con Julio Hernández López, me extraña mucho de Ebrard, no es propio de él y aquí resbaló hacia el terreno que tanto agrada a muchos jerarcas de la Iglesia Católica, particularmente, lo sabemos, a este señor Sandoval: "La ciencia es bastante más difícil de vencer que la herejía, y al clero le conviene evitar la oposición directa y aplicar el círculo de silencio o de choteo que tanto les funciona con las teorías de Darwin."(*) Por ejemplo.
(*) El Estado Laico y sus Malquerientes

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