domingo, 31 de octubre de 2010

Calavera para alzarse

















Por: Sam Fouilloux



Al filo de la madrugada,
se reunían en el panteón,
49 pequeños niños
con sus juguetes y su esplendor.

Por otras esquinas de aquellas tumbas,
aparecían con ímpetu cegador,
hombres grises de fiero gesto
con machetes, palos y piedras,
botín encontrado en las minas de su dolor.

Un poco más tarde de los rincones
del camposanto abrumador,
surgían más tristes figuras
de aspecto desolador,
que etiquetadas desde la cúpula
repetían con encono y desesperación:
“¡daños colaterales es lo que somos,
por infortunio de la ocasión!”.

Así reunidas las miles calacas
y con palabras de franca sublevación,
sonaban sus huesos contra las armas
invitando a la revolución.

“¡Que ‘ora saldremos!”-decía un sombrerudo-
“¡lo callen los medios o no,
que la patria se está muriendo
estrangulada por la ambición!”.

“¡Vamos calacas, muevan sus huesos!”-gritaba
un niño con vivaracha voz-
“¡que allá con los vivos apoyo tendremos,
de los trabajadores de gran corazón!”.

Así partió el ejército de calacas,
en marcha espectral hacia la insurrección,
coreando al unísono como consigna:
“¡Cuidado mal gobierno,
que tu 2 de noviembre ya te llegó!”.