Querida Patylu:
Aunque no tengo el gusto de conocerte, siento que ya te admiro. Te confieso que hasta que te convertiste en la señora Nava (¡ay, qué ilusión!) ignoraba toda tu trayectoria artística. Pero ahora, gracias a YouTube y a la revista Quién, conozco tus canciones y sé todo de ti. “¡Qué bonita pareja!”, exclamé cuando los vi retratados por primera vez. Es cierto que eres un poquitiiiito más alta que César Nava. Pero eso no tiene la menor importancia. No hay nada como los flats (zapatos sin tacón), además, le puedes mandar a poner a los tacones de César unos elevadores, como los que usa Carlos Salinas de Gortari para verse más alto. Fíjate, Patylu, que yo sí creo en el destino o en la Providencia, o como quieras llamarle; también creo en las almas gemelas y, naturalmente, en el amor desinteresado. Digan lo que digan (nunca faltan los envidiosos y los típicos amargados), los dos se ven súper ena-mo-ra-dos. A leguas se ve que a César se le cae la baba por ti. Es obvio que lo traes de cabeza. Te apuesto lo que quieras que si en estos momentos le hablaras al presidente del PAN: del crimen organizado, de las inundaciones de Veracruz, de Oaxaca y de Chiapas, de los secuestros, del desempleo, del presupuesto próximo a discutir, de las alianzas entre partidos y de lo bajo que está Acción Nacional en las encuestas para las próximas elecciones, estoy segura que no le importaría en lo absoluto. Él nada más ha de tener ojos y oídos para su Patylu chula. ¡Ay, qué ilusión...! Nada más pensar que están de luna de miel en las islas Fiji, me pongo de buen humor. Te lo juro que te tengo envidia, claro, de la buena, no vayas a pensar lo contrario. No me quiero imaginar sus momentos de romanticismo, sus carcajadas, sus planes a futuro, pero sobre todo sus conversaciones en torno a su nuevo depa. ¡Qué suertudos! ¡Cómo lo encontraron! ¡Qué ganga! ¡Qué increíble y qué espléndida oportunidad! Dios los premió. Se lo merecen. Ya les tocaba.
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