lunes, 11 de octubre de 2010

Príncipe democrático o déspota

Gobierna sin rendir cuentas a nadie o sin que nadie le obligue. Carece de los escrúpulos democráticos respetuosos de la legalidad al momento de torcer las leyes, violar impunemente la Constitución

Marcos Chávez

Quien se transforma en príncipe con la ayuda de los nobles conserva su poder con mayores dificultades que quien lo logra con la ayuda del pueblo. Se trata de un príncipe rodeado de muchos que se consideran sus pares, así que no logrará ni gobernar ni administrar las cosas

Maquiavelo, El príncipe

Durante el 71 aniversario de la fundación del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón señaló, enfático: “Porque es válido, porque es legítimo, honesto, necesario, vamos nuevamente a la conquista del poder y de la voluntad de los ciudadanos”. Al margen de que sea “legítimo, honesto, necesario” (¿para quién, ante quién, qué supuestos los amparan?), el esfuerzo que tendrá que llevar a cabo Calderón y su partido para lograr tal propósito será, sin duda, titánico.

No será un día de campo. Será una ingrata tarea cuesta arriba, fatalmente empinada. Pero antes de iniciarla, Felipe Calderón y el partido de la derecha radical clerical tendrán que llegar al fondo delabismo, en el cual continúan despeñándose abruptamente; ver cómo queda la osamenta de su credibilidad ante la sociedad y, luego, evaluar su capacidad y talento para “conquistar” por tercera vez “la voluntad de los ciudadanos”. El rasero de sus posibilidades efectivas dependerá de la evaluación que realice la población de los gobiernos panistas, en especial del calderonista. Y el balance, iniciada la segunda mitad de este último, no es el más alborozado; es francamente siniestro.
Leer mas...AQUI

México: San Juan Copala y el Estado fallido


El uso ilegal del Estado para destruir uno de los fundamentos del Estado moderno: la subsidiaridad, es decir, el respeto máximo al derecho a la autodeterminación

Javier Sicilia

Las circunstancias que se viven en dos extremos del país –Ciudad Juárez, Chihuahua, y San Juan Copala, Oaxaca– dejan claro lo que la propaganda mediática del centro quiere borrar: la evidencia de un Estado fallido.

Aunque las circunstancias son distintas en los factos –Ciudad Juárez es rehén del narcotráfico; San Juan Copala, de paramilitares–, en sustancia son idénticas: ambos lugares son la muestra más clara de que vivimos en un país donde el Estado, que ha entrado en crisis, claudicó en su vocación fundamental –garantizar la seguridad y la libertad de los ciudadanos– para convertirse en garante de la impunidad del poder.

Pero si la situación de Ciudad Juárez es terrible, la de San Juan Copala es peor. Aquí no es el vacío del gobierno el que impera, sino el uso ilegal del Estado para destruir uno de los fundamentos del Estado moderno: la subsidiaridad, es decir, el respeto máximo al derecho a la autodeterminación o, mejor, a la libre determinación de todos y cada uno de los miembros de una estructura social a autogobernarse.

San Juan Copala es una comunidad triqui de alrededor de 750 habitantes. Su lengua es una variante del mixteco. En diciembre de 2007, apoyándose en una declaración de la ONU, como consecuencia del movimiento zapatista, se convirtió en municipio autónomo, es decir, dejó de formar parte del de Santiago Juxtlahuaca.
Leer mas...AQUI