MÉXICO, D.F., 2 de noviembre (apro).- El pasado martes 26 de octubre, durante su participación en la “cumbre de negocios” organizada por el gobierno de Enrique Peña Nieto en Toluca, el exembajador de Estados Unidos en México, John Dimitri Negroponte, sorprendió a todos con una revelación que pasó desapercibida en los medios televisivos, pero no en algunos medios impresos, como La Jornada.
Negroponte rememoró que durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), fue el entonces presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, quien ofreció a la contraparte de Estados Unidos abrir el sector energético, especialmente la explotación de hidrocarburos, a la inversión externa.
“Hubo una conversación en San Diego. El presidente Salinas dijo: ‘¿Por qué no incluimos, o permitimos como parte del TLC, inversión extranjera en el sector energético?’”, relató Negroponte, un diplomático con fama de duro, considerado procónsul de Estados Unidos durante la guerra en Centroamérica y hombre clave del gobierno de George W. Bush entre 1989 y 1993.
“Herminio Blanco estaba presente y él se acuerda muy bien de esta historia”, abundó Negroponte durante su estancia en México, según la nota firmada por Roberto González Amador. En esa misma conferencia, el exembajador, perteneciente a la corriente de Henry Kissinger, afirmó que después del ofrecimiento de Salinas, él intervino para explicarle a Bush “las dificultades políticas para cambiar o modificar su política energética”.
Le dije que “incluso hay una festividad que recuerda la expropiación petrolera y que era una cuestión muy seria que se pensara incluir este tema; no había las condiciones políticas necesarias y la producción petrolera de México en ese momento era alta”.
Evidentemente, Negroponte se colocó en el papel de héroe en la historia, pero la revelación constituyó un golpe al corazón y a la imagen de nacionalista y “liberal-social” que el expresidente pretende ahora promover, en contraposición con los “neoliberales”.
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Negroponte rememoró que durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), fue el entonces presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, quien ofreció a la contraparte de Estados Unidos abrir el sector energético, especialmente la explotación de hidrocarburos, a la inversión externa.
“Hubo una conversación en San Diego. El presidente Salinas dijo: ‘¿Por qué no incluimos, o permitimos como parte del TLC, inversión extranjera en el sector energético?’”, relató Negroponte, un diplomático con fama de duro, considerado procónsul de Estados Unidos durante la guerra en Centroamérica y hombre clave del gobierno de George W. Bush entre 1989 y 1993.
“Herminio Blanco estaba presente y él se acuerda muy bien de esta historia”, abundó Negroponte durante su estancia en México, según la nota firmada por Roberto González Amador. En esa misma conferencia, el exembajador, perteneciente a la corriente de Henry Kissinger, afirmó que después del ofrecimiento de Salinas, él intervino para explicarle a Bush “las dificultades políticas para cambiar o modificar su política energética”.
Le dije que “incluso hay una festividad que recuerda la expropiación petrolera y que era una cuestión muy seria que se pensara incluir este tema; no había las condiciones políticas necesarias y la producción petrolera de México en ese momento era alta”.
Evidentemente, Negroponte se colocó en el papel de héroe en la historia, pero la revelación constituyó un golpe al corazón y a la imagen de nacionalista y “liberal-social” que el expresidente pretende ahora promover, en contraposición con los “neoliberales”.