¿Y si todo fuera una cortina de humo para desviar la atención del grave problema de viabilidad financiera del Seguro Social?
La vida, sin duda, es de paradojas. Hace apenas unos días, el director del IMSS, Daniel Karam Toumé, recibía elogios, vítores y reconocimientos a su persona y a su trayectoria pública en un homenaje organizado por sus paisanos libaneses, en el que el joven funcionario, además, confirmaba su buena convocatoria al reunir a medio gabinete y a personalidades políticas y empresariales en aquella comida en su honor. No pasaba todavía una semana de aquellas mieles cuando Karam enfrenta su segunda tormenta al frente del IMSS, aunque la primera que toca plenamente a su gestión.
Ya en junio de 2009, con apenas tres meses en el cargo, Daniel Karam tuvo que dar la cara por la tragedia de la muerte de 49 niños en la guardería subrogada ABC de Hermosillo. Tuvo que asumir entonces responsabilidades y culpas que más bien eran de su antecesor, Juan Molinar, quien firmó los permisos de subrogación de una guardería que eran una trampa mortal para los hijos de los trabajadores, por no cumplir las normas básicas de seguridad.
Sorteó aquella tormenta y, hábilmente, dejó en claro que no era suya la culpa y que aquella tragedia que sigue impune, se gestó por la indolencia, desorden y corrupción de administraciones anteriores a la suya. Pero hoy es distinto; el vendaval surgió de lleno en áreas que son su responsabilidad como director del IMSS y que, al parecer, son parte de un complejo entramado de corrupción que involucra igual a funcionarios del Instituto que a directivos de empresas privadas de la industria farmacéutica nacional y trasnacional, que incurren en prácticas sucias y de colusión para beneficiarse del presupuesto público.
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La vida, sin duda, es de paradojas. Hace apenas unos días, el director del IMSS, Daniel Karam Toumé, recibía elogios, vítores y reconocimientos a su persona y a su trayectoria pública en un homenaje organizado por sus paisanos libaneses, en el que el joven funcionario, además, confirmaba su buena convocatoria al reunir a medio gabinete y a personalidades políticas y empresariales en aquella comida en su honor. No pasaba todavía una semana de aquellas mieles cuando Karam enfrenta su segunda tormenta al frente del IMSS, aunque la primera que toca plenamente a su gestión.
Ya en junio de 2009, con apenas tres meses en el cargo, Daniel Karam tuvo que dar la cara por la tragedia de la muerte de 49 niños en la guardería subrogada ABC de Hermosillo. Tuvo que asumir entonces responsabilidades y culpas que más bien eran de su antecesor, Juan Molinar, quien firmó los permisos de subrogación de una guardería que eran una trampa mortal para los hijos de los trabajadores, por no cumplir las normas básicas de seguridad.
Sorteó aquella tormenta y, hábilmente, dejó en claro que no era suya la culpa y que aquella tragedia que sigue impune, se gestó por la indolencia, desorden y corrupción de administraciones anteriores a la suya. Pero hoy es distinto; el vendaval surgió de lleno en áreas que son su responsabilidad como director del IMSS y que, al parecer, son parte de un complejo entramado de corrupción que involucra igual a funcionarios del Instituto que a directivos de empresas privadas de la industria farmacéutica nacional y trasnacional, que incurren en prácticas sucias y de colusión para beneficiarse del presupuesto público.