Luis Langarrica Arreola
Con la entrada de los neoliberales al Poder encabezados por De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, hace ya casi 30 años, la vida en el campo mexicano fue cambiando; reformaron el Art. 27 constitucional en materia agraria, con toda intención de que los campesinos pudieran vender sus ejidos una vez que se les dejara de apoyar y orientar.
Muchos campesinos y campesinas, al ver la devastación en el campo, no les quedó de otra que malbaratar sus parcelas y ejidos, emprendiendo el éxodo hacia las grandes ciudades del país y, los más jóvenes se fueron a sembrar en los campos de los vecinos: a los EE.UU. y todavía más hacia el norte, Canadá.
Las cosechas en el campo mexicano satisfacían las necesidades internas, sobre todo en la producción de granos, como maíz, frijol, lentejas, garbanzos, trigo etc. Ahora, después de tener gobiernos irresponsables y antipatriotas, tanto en lo federal como en lo local, han llevado a la nación a lo más triste que puede tener un país, a la pérdida de su soberanía alimentaria, tener que depender de las importaciones para poder traer el alimento a la mesa; y muchas de las veces los gobiernos cayeron en el “juego” tonto de las transnacionales de que “sale más barato importar que producir en su propia tierra”.
Qué pasa cuando las grandes transnacionales, como Monsanto y otras más, cansan de tal manera la tierra que esta ya no produce como en un principio, entonces surge la escasez y elevan los precios, y ahora ya no dicen lo mismo.
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Muchos campesinos y campesinas, al ver la devastación en el campo, no les quedó de otra que malbaratar sus parcelas y ejidos, emprendiendo el éxodo hacia las grandes ciudades del país y, los más jóvenes se fueron a sembrar en los campos de los vecinos: a los EE.UU. y todavía más hacia el norte, Canadá.
Las cosechas en el campo mexicano satisfacían las necesidades internas, sobre todo en la producción de granos, como maíz, frijol, lentejas, garbanzos, trigo etc. Ahora, después de tener gobiernos irresponsables y antipatriotas, tanto en lo federal como en lo local, han llevado a la nación a lo más triste que puede tener un país, a la pérdida de su soberanía alimentaria, tener que depender de las importaciones para poder traer el alimento a la mesa; y muchas de las veces los gobiernos cayeron en el “juego” tonto de las transnacionales de que “sale más barato importar que producir en su propia tierra”.
Qué pasa cuando las grandes transnacionales, como Monsanto y otras más, cansan de tal manera la tierra que esta ya no produce como en un principio, entonces surge la escasez y elevan los precios, y ahora ya no dicen lo mismo.