lunes, 23 de abril de 2012

López Obrador: ética y pensamiento crítico


Víctor Flores Olea
 
En artículo anterior sostuvimos que para Andrés Manuel López Obrador (AMLO) resultan centrales las cualidades éticas del político y del gobernante, quienes además han de poner en práctica una visión crítica de la realidad. López Obrador ha llevado su campaña dentro de estos criterios, por ello resulta un candidato excepcional frente a los otros que lo flanquean.

En contraste, la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto (EPN) se sitúa en las antípodas de los criterios éticos y del pensamiento crítico, fundamentales en un político moderno de calidad. Y es que su visión del país se sitúa en la perspectiva de los intereses oligopólicos y oligárquicos de México. Está archiprobado que el candidato priísta, por sus palabras y actitudes, no sólo ignora las tendencias destructivas de los últimos gobiernos del PRI, y desde luego de los más recientes del PAN, sino que además no le ha interesado considerar las exigencias reales y las esperanzas de la mayor parte de la población, aferrado como está a las perspectivas e intereses de los que más tienen.

En este candidato por ningún lado encontramos los reflejos de una genuina elaboración ética, y menos rastro alguno del pensamiento crítico. Su campaña está colmada de oportunismo, cinismo y negación de los principios por los que ha luchado el pueblo de México. Con el agravante de fundar sus campañas en los acarreos y en los controles corporativos característicos del PRI de siempre. Todavía más: Enrique Peña Nieto ha mostrado su sólido partidarismo en favor del statu quo, que no se modifique un ápice el estado actual de los intereses y de la sociedad de la explotación que vivimos, sino que continuemos con lo ya conocido, como si fuera el mejor de los mundos. Este es el carácter profundamente conservador de EPN, a diferencia de AMLO, que ha planteado el cambio como eje y fundamento de su campaña política.

Lo más grave es que Peña Nieto no percibe, o no quiere percibir, que el control económico y las políticas aplicadas en los últimos sexenios por los gobiernos de PRI y PAN han erosionado gravemente al país, empobrecido a las grandes mayorías y enriquecido desmesuradamente a los más ricos, negando además las posibilidades de un desarrollo nacional en beneficio de todos. Como ejemplo tenemos la reacción de los candidatos de PRI y PAN ante la expropiación del gobierno argentino de los activos de la petrolera española Repsol, que los exhiben como fieles herederos del colonialismo.

Peña Nieto defendió de inmediato a los inversionistas privados, lo cual revela, una vez más, que para él la única posibilidad del desarrollo se encuentra en esas inversiones, reiterando su fidelidad al neoliberalismo, obsoleto y superado por los problemas mundiales, que obviamente no conoce ni tiene interés en conocer. Otra vez la vocación a la ignorancia aflora en este candidato del PRI sin lecturas y dejado atrás por la historia.

En cambio, López Obrador declaró inmediatamente su apoyo al gobierno argentino, al tiempo que exigió que Pemex explique los privilegios que se han otorgado a Repsol, como en la cuenca de Burgos, en que hizo un gran negocio la firma española y en que Pemex quedó prácticamente marginado.
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