domingo, 24 de junio de 2012

Razonar y votar, para cambiar de verdad

La idea del cambio se apoderó de la imaginación política nacional, aunque poco se haya hecho para calificarlo y ofrecer a la ciudadanía un perfil creíble de la transformación propuesta. Sólo desde la izquierda y su candidato presidencial se ha hecho un esfuerzo por darle a la convocatoria un sentido y una estructura concretos y susceptibles de ser evaluados por cualquiera.

La campaña ha derivado por rutas ominosas y a veces del todo inaceptables, para una opinión pública comprometida con la democracia y sus métodos. Para los peculiares prefectos de la sociedad civil que califican y descalifican a su gusto, no bastó el compromiso explícito de López Obrador con los organismos responsables de vigilar y administrar el proceso electoral; a cambio, se fomenta la histeria contra el candidato de la izquierda hasta extremos grotescos, disfrazados de defensas fariseas de la democracia y sus ritos.

Rumbo a la cita del próximo domingo, conviene precisar que no son el carácter o las veleidades del abanderado del Movimiento Progresista los ponen en riesgo la institucionalidad democrática del país; ha sido y es el abuso que se ha hecho del Estado desde el Estado mismo lo que nos ha llevado al borde de un precipicio poblado de criminalidad y ambición perversa, donde se dan la mano poderes de hecho y proyectos contrahechos dirigidos a convertir la compra y venta de protección, y la subasta de los recursos nacionales, en el eje de una ruptura constitucional abierta.

Desde el vértice del poder económico y el mando estatal, se teje una trama aviesa en la que se busca involucrar a las capas medias de la sociedad, aterradas por la violencia y sofocadas en sus expectativas por la falta de empleo digno y la absurda concentración del privilegio a que se ha llegado en estos primeros años del ciclo democrático mexicano. Las cartas de un nuevo autoritarismo se echan sin pudor, aunque se vean marcadas por el exceso anticonstitucional en que han incurrido las fuerzas de la marina armada, dando pleno aviso de que el control nacional y legítimo de la fuerza y la violencia puede perderse sin más.
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