No nos confundamos. Ellos impusieron a Salinas porque él, su ideología y su forma de ser, representaba lo que necesitaban. Poder presidencial es poder nacional, de ahí que había que poner al presidente, un lacayo hábil, leal, cumplidor, autoritario, corrupto e ideológicamente neoliberal. Ellos querían un gerente para dirigir la marcha y el destino del país y lo lograron. Sabedores de que un gerente debe pensar y actuar en el mismo tono y con la misma música del consejo de administración de México, SA, lo impusieron, y luego a otro (Zedillo) que les resultó igual de útil, pero dado el desastre que ambos dejaron en el país, buscaron la ilusión de la alternancia, el éxito de la oposición
para, en un acto de gatopardismo, conseguir lo mismo pero con otro partido igualmente neoliberal aunque menos preparado para manejar el país. Fox y Calderón no fueron una buena apuesta, pese a que protegieron los intereses de los dueños del país, y fue así que éstos buscaron y proyectaron una imagen (en tiempos en que la imagen es más importante que el contenido): la de un joven ambicioso que fotografía bien, y más con su esposa. Dos buenas imágenes son mejores que una, sobre todo en televisión de alta definición.
El asesor de Peña Nieto, el verdadero y no el que parece, es Carlos Salinas, el mejor gerente que ha tenido México, SA. Carlos Salinas pasó de gerente a socio y ahora forma parte del mismo grupo de propietarios, seguramente con prestanombres. Zedillo prefirió ser socio de las empresas extranjeras que privatizó y Fox, bueno, Fox se conformó con un ranchito donde vive muy a su gusto pues está en su elemento natural y del que nunca debió salir. Calderón, como Zedillo, se irá del país y probablemente monte una empresa de guardia y protección mundial para proteger de los malos a los buenos (o al revés) en cualquier lugar donde se requieran sus servicios, por lo cual fracasará, pues no es confiable.
Octavio Rodríguez Araujo
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